Cada día vemos como nos afecta el cambio climático generado por la producción y acumulación de gases efecto invernadero (dióxido de carbono CO2) en la atmósfera. Lo liberamos los seres vivos en nuestras actividades naturales (respirar) y por contaminación asociada a la quema de carbono y petróleo (agravada por la tala de bosques y selvas), lo cual implica inestabilidad en las condiciones de clima, aumento de lluvias, tormentas, huracanes, sequías intensas, temperaturas más altas, inundaciones y un clima extremo difícil de predecir. Los cambios afectan zonas vulnerables de ladera, orillas de ríos o terrenos inestables por deforestación.
La acumulación de gases efecto invernadero tiene consecuencias negativas en la agricultura y en el cultivo del café, lo cual ha alterado la temperatura y ha obligado a eliminar plantaciones a baja altitud donde antes se producía café de excelente calidad por la presión fitosanitaria. Por otro lado los excesos o falta de agua, y la presencia de plagas y enfermedades han afectado regiones y países donde la actividad se ha visto amenazada o ha llevado a su erradicación. Ante ese fenómeno los cafetales se han desplazado hacia zonas más altas buscando mejores condiciones y adaptando las prácticas agrícolas a estos efectos.
La erradicación en los años 70 del sotobosque y el sombrío bajo el cual crecía el café, para plantar a plena exposición variedades nuevas, ha generado cambios en el microclima y ha tenido consecuencias desde el punto de vista ambiental: pérdida de fuentes de agua, fauna nativa, flora y microbiología del suelo, así como consecuencias importantes en la calidad y precio del café de Colombia y su reconocimiento global expresado en la prima. Las consecuencias han sido sistemas intensivos de extracción apalancados en químicos para fertilizar, erradicar malezas y controlar infestaciones y enfermedades que no teníamos, dependiente de agroquímicos vendidos por multinacionales al precio que se les antoja.
La conciencia de este fenómeno es algo que se siente con fuerza en publicaciones internacionales y está generando movimientos técnicos, culturales y de ética productiva y comercial en los cual se pretende retornar a sistemas de producción sostenibles, regenerativos y de conciencia colectiva. En café hay numerosas oportunidades derivadas de la voluntad de asumir el desafío. Implica unir fuerzas, conocimientos y recursos para afrontar un problema global con trabajo colectivo que atenúe el impacto del cambio climático y disminuya la contaminación. Este nuevo “viejo” sistema no necesariamente riñe con la “rentabilidad” que ha sido la justificación de las conductas arrasadoras de los cultivos “tecnificados”. Además de las ventajas ambientales, el establecimiento de cultivos bajo sombra y bosques restablecidos mejora la calidad del café desde el punto de vista físico, sensorial y de calidad de taza lo cual lo eleva en la escala de valor.
De la mano con lo anterior aparecen una serie de ventajas al acceder a certificaciones que avalan la preservación del suelo y de las aguas, la conservación de vida silvestre, la presencia de aves en hábitats establecidos para ellos y limpieza del aire al capturar CO2 y liberar oxígeno, generando más valor. Un cambio de esta magnitud procura asegurar sostenibilidad: ambiental, social y económica, y contribuye a atenuar la fractura social de la cual son víctimas nuestros campesinos minifundistas. En nuestras manos está, en un momento donde la actividad permite destinar algunos recursos a inversiones futuras, ir estableciendo especies amigables con la preservación del agua, la aparición de especies y que nos paguen por ello. Nadie va a venir a salvarnos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015