(Apartes del discurso de entrega, como Gobernador (e), a Guido Echeverri.)
Corría la primera parte de la década de los años noventa y a nuestro salón de clases de tercer año hizo ingreso el profesor de Derecho Constitucional General y Teoría del Estado. Era lo que se llama un “señor con experiencia”, al menos eso me pareció a mí: tener allí, al frente de nosotros, a este profesor de barba y pelo níveos, sentado en la silla de su escritorio, que sin mover su cuerpo pero que con gran dicción y don de la palabra nos mantenía concentrados durante una o dos horas cada clase, fue una experiencia que me quedó marcada.
El libro de cabecera de la clase del profesor Guido Echeverri era el de Vladimiro Naranjo Pérez, libro que -a la par del maestro-, nos explicaba la evolución del feudalismo al Estado Republicano, la diferencia entre el Estado de origen anglosajón y el republicanismo francés, y otras cosas sobre el origen de la democracia, con la siempre necesaria separación de poderes.
Años después, tanto el profesor como el alumno se hicieron cada uno en su tiempo, rector de la Universidad de Caldas; posteriormente, el otrora estudiante, reemplazó a su profesor como Gobernador de Caldas, en un periodo que se extendió por más de diez meses. El tamaño de la responsabilidad, el poder político y el honor que otorga el cargo, en una sociedad cargada por la competencia y marcada, en muchas oportunidades, por los egos sin control de quienes ostentan el poder, pudo haber terminado mal. Pudimos habernos chocado, como sabemos que ha ocurrido en otras oportunidades, entre políticos que entregan y reciben el poder.
¿Por qué esta experiencia no fue tan compleja como pudo haber sido para Caldas y para sus ciudadanos? Creo que entre nosotros nunca hubo rivalidad política, siempre entendió cada uno que estaba jugando el papel que le correspondía en medio de las reglas del juego democrático y su separación de poderes. Entendimos que lo importante era Caldas y los caldenses y no pequeñas victorias personales. Cada uno, sin renunciar a él, supo manejar su propio ego. El Plan de Desarrollo y usted mismo, Dr. Guido, me sirvieron de orientadores, aunque poco hablásemos. Y, por mi parte, yo traté de respetar su partitura, el Plan, pero también de profundizarla, llevarla más allá, con mi propio estilo, pero sin adanismos y con respeto.
Quizás hubo una razón fundamental que también ayudó a esta relación armónica: en un país con crecientes niveles de corrupción y con actores enquistados en la estructura del Estado que buscan y logran la rapiña sobre los bienes públicos, el gobierno instaurado hace 17 meses, en cabeza de dos mandatarios, se ha fundado y ejercido con la aspiración de hacer una política decente y por ello se tuvo también un equipo de gobierno capaz, que en su mayoría mantuvimos.
En últimas, este último extraño año y medio ha sido un momento donde quienes hemos ostentado la calidad de Gobernador, lo hemos hecho en el entendido de que Caldas debería superar ese feudalismo antidemocrático que por décadas gobernó la política del Departamento, con la convicción de que el liderazgo político no significa la repartición del Estado y con el sueño de que algún día el poder político sea más generoso y menos individualista, con la idea de que quienes se dediquen a la política lo hagan por los intereses colectivos; es decir, porque queremos que prime el interés general.
Agradezco al equipo de gobierno, a los más cercanos colaboradores, a la Asamblea Departamental, a los comunicadores y a todos los que de alguna manera participaron y fueron fundamentales en este ejercicio. Destaco entre los mejores socios de gestión a los señores Alcaldes y Alcaldesas de Caldas, con quienes logramos alianzas y sociedades en todo nuestro territorio.
Gracias al Dr. Guido Echeverri por haberme permitido ser el guardián del Plan de Desarrollo. Gracias a los caldenses y al Sr. Presidente de la República por su confianza y por este honor. Gracias a todos los que han participado de este proceso. Con todos ellos, logramos que nuestro Departamento no sufriera traumatismos mayores a pesar de las circunstancias.
Ojalá que en el futuro próximo, nuestro país y nuestros conciudadanos, podamos vivir en una mayor concordia, sin estos odios que nos quieren inculcar algunos por su propio interés; que logremos una sociedad más unida, más próspera y equitativa, con un Estado más eficaz; estoy convencido de que, si queremos que todo ello suceda, se requieren unos Departamentos y Gobernaciones más sólidas en todo sentido. Espero haber aportado mi grano de arena para este propósito.
Concluyo con una reflexión acerca del poder, a propósito de las causas de la relación armónica lograda bajo esta transición. De mi parte me he acercado al poder con algunas consideraciones: primera, sé que éste es finito, es prestado tratándose de una democracia; segunda, tengo la sospecha de que es una ilusión; y, tercero, creo que el ánimo de quien tiene el poder debería ser el de ponerlo al servicio de los demás. Al menos eso fue lo que me enseñaron.
Buen viento y buena mar a Guido Echeverri y su equipo, en lo que queda del Gobierno.
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