La comunidad internacional, y en especial los países ricos, ha sido muy celosa y acuciosa en combatir el tráfico de narcóticos. Desde hace 50 años el tema hace parte de la política internacional, con tratados e instituciones creadas para atenderlo. Los resultados de la cruzada contra las drogas han sido muy pobres.
Al lado de este tráfico hay otros que pasan totalmente desapercibidos, pero que son tan dañinos, o hasta más, que el de cocaína y heroína. Uno en particular es tremendamente lesivo y es prácticamente desconocido: el de basuras. Países ricos como Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón han adquirido la costumbre de ‘exportar’ parte de su basura, dentro de un supuesto negocio de reciclaje, a países en desarrollo o pobres de Asia y África. Así como las más reconocidas marcas de ropa cierran los ojos ante la manera como se produce su ropa en talleres de Bangladesh, India, Tailandia y Kenia, por citar un ejemplo, así mismo sucede con la exportación que países ricos hacen de sus deshechos: lo urgente es salir del desperdicio, no importa quién se envenene.
Y el negocio de la basura está adquiriendo ribetes delincuenciales, pues ante barreras que han empezado a establecer algunos países, se acude al engaño y contrabando para vomitar finalmente las sobras en los puertos de destino. China, que era el principal importador de basura del mundo, decidió prohibir su entrada por los terribles daños que esta actividad estaba produciendo, pues ante la incapacidad de procesar toda la materia prima muchos empresarios receptores optaban por quemar parte de la basura o dejarla abandonada. Valga decir que supuestamente la carga de plásticos y otros materiales debería llegar en condiciones de reciclaje, pero la realidad es que parte de estos llega a los puertos asiáticos en muy mal estado, imposible de recuperar y con alto potencial contaminante. Además, esta industria funciona con base en la explotación de ejércitos de pobres por parte de capos que terminan millonarios, como Zhang Yin, la mujer más rica de China.
Malasia fue noticia hace poco al rechazar la entrada de contrabando de más de 3.000 toneladas de basura procedente de los ricos del norte. El país se había convertido en el primer destino de deshechos ante la prohibición china, lo cual llevó a que se desbordara la actividad del reciclaje y que ante la incapacidad de procesar todos los insumos se quemara una parte y otra se abandonara contaminando la tierra y el agua. La ministra de medioambiente malaya, Yeo Bee Yin, manifestó que los contenedores con la carga rechazada entraron al país fraudulentamente y violando la ley, por lo cual regresarán a su origen. Una sola empresa británica exportó a Malasia 50.000 toneladas de basura en los últimos dos años. También Filipinas está tomando la misma medida, e incluso su desquiciado presidente Rodrigo Duterte amenazó a Canadá con verter la basura en su mar si no reciben la devolución.
África por su parte, es el principal destino mundial de la basura electrónica: todos los sobrantes de computadores, teléfonos celulares, electrodomésticos, y otros aparatos, van a parar a Nigeria, Tanzania, Kenia y principalmente Ghana. Estos deshechos son tremendamente contaminantes. Este cruel e injusto comercio es de 350.000 toneladas al año.
Esto que nos parece tan lejano y repugnante, tiene su expresión doméstica, de la cual todos somos responsables. Así como el buen ciudadano canadiense, inglés o alemán no es consciente de que sus basuras envenenan los pueblos del sudeste asiático, así tampoco nosotros al tirar la basura al cesto sospechamos que participamos de un problema brutal que crece en los rellenos sanitarios, o peor aún en botaderos abiertos, quebradas y ríos. Creemos que con pagar la cuenta del aseo es suficiente, pero nos desentendemos irresponsablemente de este asunto, uno de los más graves problemas contemporáneos de una sociedad tremendamente consumista como la nuestra.
A propósito de todo esto, los alcaldes y gobernadores que están empezando labores deberían dedicar mucho más tiempo y energía al manejo de las basuras, en vez de presentar propuestas pomposas y fantasiosas de todo orden a los gobernados.
Este tema no da espera, nos estamos ahogando en nuestra porquería.
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