Gabriel Enrique Gómez Luzardo, un joven venezolano de 18 años, murió asesinado por su amigo de juego de ‘maquinitas’, otro muchacho de 15 años. Una banal discusión terminó en una puñalada en el pecho. Deison Andrés Ortiz Gañán fue baleado mientras transitaba en su moto en la vía que conduce a Marmato, había prestado su servicio militar y no pasaba de los 20 años. En este mismo municipio, unos meses antes había muerto por arma de fuego Alexis Guevara García, de 17 años. A Maikol David Henao Guzmán lo mataron de un disparo el pasado 6 de noviembre, lo asesinó Kruger, un joven vecino del barrio. Jean Carlos Mejía Cuervo, de 17 años, murió por 6 impactos de bala, había reñido con su victimario un par de horas antes, para luego coincidir los dos en moto y armados. A Edwin Alexánder Martínez Ocampo, de 25 años, lo desaparecieron en Viterbo, luego su asesino llamó a reportar dónde lo había enterrado. A Camilo Tobón Torres, de 24, lo asesinaron en Aguadas de tres puñaladas, era taxista; lo mató Juan de Dios Piedrahíta, de 19 años, por celos. Jesús Alberto Holguín Correa, de 26, murió de un tiro en la cabeza en el municipio de Neira, vereda Higuerón. Jorge Mario Ortiz, de 26 años, falleció de dos disparos que le propinó alias Mariano en Anserma. A Henry Alberto Idárraga Rodríguez, de 23 años, le pegaron 50 puñaladas en Villamaría.
Por su parte, Brayan Andrés Aguirre Montoya, de 24 años, asesinó a cinco personas por celos. Alias Comequeso, de 29, mató a su papá Heriberto Antonio Machado Herrera, “Yo maté a mi papá, me dejé llevar por el vicio, no me quiso dar plata pa’l vicio”. Luis Miguel Duque Buitrago, de 20, murió al impactar su moto contra un bus. John Ancízar Duque Orozco, de 23, tuvo la misma suerte al chocar violentamente contra un camión en la vía de Manizales a Chinchiná.
No hay que hacer ninguna investigación rigurosa para obtener esta información, ni adentrarse en registros de la Fiscalía o la Policía. Simplemente es necesario leer la página 20 de este diario, la que curiosa y eufemísticamente se llama Sucesos, para enterarse de esta epidemia de sangre y muerte. Todas estas calamidades sucedieron en un período muy corto de tiempo, algo así como dos meses.
Hay patrones que están presentes en todos los casos: hombres, menores de 30 años, la mayoría de las veces no pasan de 25, habitantes de barrios populares, sin mayor educación, residentes de esa zona gris entre el delito y la legalidad, o ya moradores de tiempo completo del Código Penal, consumidores de droga muchos, amigos de las motos, el vértigo, las peleas, la adrenalina y la rabia, mucha rabia.
Nada ha cambiado en 30 años, desde las historias de las comunas de Medellín, de la película Rodrigo D no futuro de Víctor Gaviria, o del libro No nacimos pa’ semilla de Alonso Salazar. Los mismos muchachos, que si bien parecen modernos por su celular y un computador que manejan precariamente, siguen siendo los más excluidos de la sociedad. Víctimas y victimarios, todos marginados y jodidos.
Cada que un muchacho de estos muere o mata, es un fracaso de toda la sociedad y el Estado. No estamos haciendo bien muchas cosas. Siguen existiendo los invisibles, los totalmente ignorados, así de cuando en cuando se promocione una política asistencial para los jóvenes o una pintura de fachadas en sus barrios.
En estos días de revuelo y de activación de muchos justos reclamos, la equidad cobra más sentido que nunca.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015