El mundo entero recibió con beneplácito hace un año la noticia de que en Colombia se había terminado una guerra; que una organización armada de unos diez mil hombres había desistido en su intención de imponer su voluntad política a través de la violencia; que más de medio país, el más olvidado por todos nosotros, podría ahora vivir tranquilamente; que centenares de miles de campesinos continuarían enfrentando apuros y afugias en su vida cotidiana, pero sabiendo que su vida no estaría en juego cada día; que los soldados dejarían de morir al pisar minas antipersona o en emboscadas enemigas.
Sin embargo, aquí en el país la cosa fue y ha sido diferente. Y lo seguirá siendo por un buen tiempo. Entre realidades y fantasías, nuestro tránsito hacia la paz parece destinado a moverse en los pantanos de lo absurdo, siempre con el riesgo de hundirse en el lodazal.
Sin duda, el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc dista de lo perfecto, se le pueden hacer reparos, no está en capacidad de dejar contentos a todos. Sin embargo, lo acordado y ejecutado hasta ahora cumple en muy buena medida con el espíritu de lo que es un acuerdo de paz en cualquier parte del mundo.
La guerrilla se desmovilizó, dejó sus zonas de operación, cesó en la comisión de delitos, entregó sus armas y toda la información necesaria para extraer las caletas de guerra. En términos sencillos: dejó de existir. ¿No era este el propósito fundamental de las negociaciones de paz? Sin duda estas son las luces.
Pero hay hechos que atentan contra un buen resultado: unos son responsabilidad del Gobierno, otros de las Farc y otros de la dura y obsesiva oposición al acuerdo de paz. El Gobierno ha fallado seriamente en el tránsito debido de los exguerrilleros a la vida civil: primero fue el incumplimiento con las zonas veredales de normalización, o sea donde permanecerían los guerrilleros hasta que el proceso de dejación de armas terminara, estos sitios nunca cumplieron con las condiciones mínimas acordadas para una estancia adecuada de quienes iban hacia la vida civil; la situación jurídica de miles de excombatientes sigue en el limbo, al igual que la de muchos militares, y en cuanto a la seguridad física, han sido asesinados 87 líderes sociales vinculados a las regiones donde se vivió la guerra, al igual que 25 exguerrilleros o familiares de estos. La incertidumbre y el temor son causantes de buen número de deserciones, que ya llegan a unas 600, de los antiguos combatientes que pasan a engrosar nuevas formas de criminalidad.
En el Congreso de la República el trámite de las leyes y reformas necesarias para cumplir el acuerdo de paz sufren todos los días ‘emboscadas’ por parte de políticos oportunistas o tozudos belicosos, sin mencionar que temas tan gruesos como la reforma rural pactada parecen estar en el olvido. Esas son las sombras.
En el capítulo de las fantasías sigue firme y vigorosa la campaña de quienes se han opuesto desde el principio a una paz posible. Ahora se suma al coro Vargas Lleras, que en un extremo alucinante y malintencionado dice sin pudor que De la Calle, Fajardo y Claudia López son candidatos encubiertos de las ya inexistentes Farc.
Quienes fueron los comandantes de la guerrilla también tienen tareas pendientes y urgentes. Una de ellas, cardinal en todo esto, es un compromiso total, sin la menor reserva, con un relato íntegro de sus crímenes de guerra o de lesa humanidad, de la mano de un reconocimiento que salga de su alma de que causaron un enorme daño. Comenzar ya mismo este relato haría más llevadera la carga.
Con ocasión del acto terrorista que dejó 276 muertos el pasado sábado en Somalia, estas fueron las palabras del papa Francisco: “Imploro la conversión de los hombres violentos y animo a todos aquellos que, con enormes dificultades, trabajan por la paz de esta tierra martirizada”. Nuevamente, nos haría mucho bien seguir sus palabras.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015