La belleza de la Piedad de Miguel Ángel es tremenda. Su finura y detalle solo pudieron ser creación de este renacentista. Y sin duda, es una imagen triste, dolorosa. Pensar en esto me permitió entender lo que sentí al visitar la exposición El Testigo del gran fotógrafo Jesús Abad Colorado, pues una gran belleza emerge en medio de la tristeza, de la tragedia y la ignominia que ha sido la guerra en Colombia en las últimas tres décadas. Así como solo Miguel Ángel pudo esculpir La Piedad, solo podía ser Jesús Abad, por su sencillez y humanidad, quien produjera la profunda obra de arte que representan más de 500 fotografías sobre nuestra violencia reciente, resultado de más de 25 años de trabajo, de ir hasta las más olvidadas y difíciles regiones de nuestro país, en bus, lancha, canoa, mula y a pie.
Desde el 20 de octubre del año pasado y hasta el próximo 20 de octubre estará abierta la exposición 'El Testigo' en el Claustro de San Agustín de Bogotá. Más de medio millón de visitantes han pasado por sus salas. Y está donde debe estar, a solo unos pasos de la Presidencia de la República y del Congreso, como una elocuente denuncia a los pies de muchos sordos y ciegos ante el desastre nacional, que en parte han sido los responsables de la guerra por su negligencia, codicia y corrupción. Y pensar que una parte de ellos quieren hoy "hacer trizas" el más importante logro del país desde la Constitución de 1991: el acuerdo de paz con las Farc.
A la entrada de la exposición sobresale de manera impactante la foto de la indígena chocoana Rubilda Rubiano, esposa del líder asesinado en abril pasado Aquileo Mecheche. El rostro de ella está cubierto con un pigmento vegetal negro, la jagua, para honrar a su difunto. Así, el prólogo de la exposición nos muestra que la tragedia no termina aún. Más adelante, lo que atrae es el caleidoscopio de rostros: negros, indígenas, mulatos, mestizos y blancos. Todos ellos víctimas de la más miserable violencia. La gran mayoría pobres.
Esta obra tiene la virtud de no ensañarse con la sangre, con el morbo mediático, la imagen obvia. Por encima de todo exalta la dignidad de los agraviados, de quienes lloran su pena. Imágenes que tienen tanta elocuencia que hacen que las palabras sean necias. Piensa uno entonces en tanta basura que se habla y escribe respecto a lo que ha sido nuestra guerra, nuestra desgracia; en tanto desconocimiento desde las ciudades, desde la comodidad de nuestras posiciones. Los negros de Bojayá o Machuca, los campesinos de Granada en Antioquia, los indios zenúes de Córdoba, los pobladores de los palafitos de Nueva Venecia en Magdalena, los valientes campesinos de la Comunidad de Paz de Apartadó, todos ellos y muchos otros nos miran a los ojos, o tal vez con la vista perdida en medio del dolor más desgarrador, nos piden que salgamos de nuestra ignorancia, de nuestro analfabetismo, y podamos comprender la guerra que a ellos los golpeó, y sigue golpeando, de manera brutal.
¿Qué responsables de tanta ignominia emergen de estas fotos? Los obvios y directos en primer lugar: Las Farc, el Eln, los paramilitares, el Ejército y la fuerza pública, muchos políticos y gobernantes. También quienes han apoyado, así sea solo con palabras, a los unos y otros.
Ojalá El Testigo, una vez termine su estadía en la capital, empiece a ser itinerante para que pueda tocar el corazón de más regiones, de más colombianos.
Gracias infinitas Jesús Abad Colorado.
Pd/ en este momento se puede ver en Netflix el documental El Testigo: Caín y Abel. Un muy buen complemento de la exposición.
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