Dos recientes polémicas ha desatado la utilización de un avión del Estado colombiano por parte de la esposa del presidente de la República y los hijos del mandatario. El 9 de febrero el senador Iván Marulanda publicó un trino en el cual preguntaba por el uso del avión FAC 002, un Fokker F-28, en el itinerario Cartagena-Bogotá-Cartagena, teniendo como único propósito transportar a María Juliana Ruiz, esposa del presidente Duque, supuestamente para únicamente cambiarse de vestido. Sobra decir que sería escandaloso un evento de este tipo. La presidencia confirmó la realización de los vuelos en mención, pero desmintió el propósito de cambio de vestido, e informó que la esposa de Duque tuvo que realizar este viaje para cumplir una cita con un delegado del BID. El segundo evento hace relación a un viaje hecho por la esposa del presidente junto a sus tres hijos, amigos de estos y sus mamás, en el mismo avión, de Bogotá a Armenia el día 7 de enero, con el propósito de celebrar en el parque Panaca el cumpleaños de la hija del presidente.
Ambos viajes despertaron enérgicos debates, con sus defensores y detractores. En el primer caso el punto central fue saber si la primera dama había viajado solamente para cambiarse de vestido. En el segundo el eje de la discusión fue determinar si el viaje era legal y si los niños amigos de los hijos del presidente podían o no montarse en el avión presidencial. Esta última discusión llegó incluso a propiciar un altercado de grueso calibre entre la periodista Vicky Dávila, y el consejero presidencial para las comunicaciones, Hassan Nassar. La primera perdió todo control ante cuestionamientos que le hacía Nassar, quien a su vez actuó con mezquindad en la discusión y evadió una reflexión sobre los hechos a través de ataques mal intencionados.
Ambos debates se diluyeron. Respecto del viaje Cartagena-Bogotá-Cartagena se tomó como cierta la versión oficial de la reunión de la primera dama con un delegado del BID como justa causa del viaje. En cuanto al trayecto Bogotá-Armenia se argumentó la seguridad de la familia presidencial como sustento de la procedencia del viaje, incluso el procurador Carrillo salió a defender la legalidad de este uso para el avión del Estado.
En medio de todo esto, tengo la impresión de que no se llegó al fondo del asunto en ambos hechos: la austeridad y decoro a los que están obligados los gobernantes.
En el caso de Cartagena, desmentido el vestido todo quedó resuelto. En una miope visión legalista se olvidó que el regreso a Bogotá para atender la citada reunión y virar nuevamente a Cartagena es un despropósito en términos de eficiencia, austeridad y cuidado ambiental. ¿Acaso no podía ir el funcionario del BID a Cartagena para reunirse con la primera dama? ¿Era el único momento posible para esa reunión? ¿En última instancia no podría haberse dado en una videoconferencia? Todo parece confirmar un despilfarro ocioso del dinero público. Valga decir además, que el cargo público de primera dama no existe, la esposa del presidente tiene un papel simbólico en el gobierno y en últimas es una particular más.
En cuanto al viaje a Armenia para el cumpleaños de la hija de Duque, cabe preguntarse si de no ser el presidente y siendo, por ejemplo, el senador que era, ¿realizaría tan costoso viaje para el cumpleaños de su hija? ¿Sería obvio y normal que un profesional con buen salario decidiera un viaje así? Estoy casi seguro de que no. Aun alguien muy acomodado lo vería como costoso y salido de proporciones. ¿No podía celebrarse este cumpleaños de otra manera, por decir algo en Hato Grande?
En últimas, ambos casos demuestran gran inconsciencia con los recursos públicos; desconsideración con la inmensa mayoría de colombianos privados de cualquier lujo, millones de personas que ni siquiera han montado en avión en toda su vida.
Ha sido costumbre que la gran mayoría de presidentes tengan comportamientos de reyes, de aristócratas. Pero también lo hacen a escala los gobernadores y los alcaldes incluso de los municipios más modestos. Todos estos funcionarios están en la obligación ética y moral de comportarse con recato, de ser austeros. De lo contrario lo que impongan a la sociedad será inmoral.
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