Hace pocos días me llegó por WhatsApp un corto video muy sugestivo, se refería al nuevo plan de desarrollo de la ciudad holandesa de Ámsterdam, diseñado teniendo como punto de partida la irrupción del coronavirus y destinado a consolidar una ciudad que al mismo tiempo atendiera las necesidades de sus habitantes y atacara los gravísimos males de nuestro tiempo, es decir, los ambientales. Sin duda, un plan celestial. Dado que lo que nos llega por estos cortísimos videos de las redes sociales no puede profundizar en contenidos, y, lo más importante, hay que confirmar la información que suministran, busqué más información sobre el tema y me encontré algo maravilloso, pues puede ser estudiado y posiblemente replicado en cualquier parte del mundo y a cualquier escala: local, regional y nacional; así como en lo público y lo privado.
Ámsterdam optó por seguir las recomendaciones y orientaciones de la economista británica Kate Raworth, profesora de la Universidad de Oxford, quien ha creado una teoría económica que es a la vez poderosa, inspiradora, sencilla y obvia: la “Economía de la dona”, en alusión a ese pastelito o rosquilla de masa, generalmente dulce y muy rico para acompañar un café amargo. La teoría de la profesora Raworth, que más bien es una lógica reflexión, sostiene que una economía saludable tiene unos límites internos y externos, y sobrepasar unos u otros es altamente dañino. Hacia el centro de la dona está el límite interno, aquellos elementos que al ser ignorados o mermados se causa gran malestar. Son las necesidades básicas de las personas y comunidades que deben ser protegidas por gobiernos, empresas y organizaciones: agua, comida, salud, educación, cultura, ingresos y trabajo, paz y justicia, voz política, equidad social, equidad de género, vivienda, redes y relaciones y energía. Sin duda, son todos los retos sociales, parece obvio. Pero el trabajo para asegurar la satisfacción de estas necesidades tiene que sintonizarse con los nuevos requerimientos de este siglo, los temas que hay que atender para poder sobrevivir como especie: cambio climático, pérdida de biodiversidad, polución del aire, agotamiento de la capa de ozono, acidificación de los océanos, conservación de la tierra, polución química, sobrecarga de nitrógeno y fósforo, extracción de agua dulce.
La satisfacción de las necesidades descritas y la atención a los fenómenos ambientales mencionados, son para la profesora de Oxford, y ahora para la ciudad de Ámsterdam, los elementos claves para la gestión de los gobiernos. Lo interesante y sugestivo es que una ciudad en particular asumió el reto de tener como brújula de su acción los elementos que recoge la economía de la dona. Y, sin duda, lo pregonado por Raworth aplica para los gobiernos nacionales, sobre todo un principio básico, elemental para este tiempo: crecimiento no significa bienestar, pues la persecución implacable del crecimiento está acabando con todo, empezando por la delgada capa del planeta que nos sirve de hábitat. El concepto que ella usa es prosperidad, el que se desprende de atender las necesidades atrás citadas y los desafíos ambientales descritos. En últimas, la opulencia material desaparece de la ecuación que da como resultado el bienestar. Por el contrario, perseguir esa abundancia atenta contra la prosperidad; paradójicamente genera una nueva clase de pobreza.
Pensando en nosotros, dos calamitosas realidades quedan en evidencia con la prédica de la profesora Raworth: por un lado, la calamitosa calidad de la política colombiana: los partidos y políticos, con contadas excepciones, lo único que persiguen son intereses egoístas y mezquinos. Por otro lado las facultades de economía siguen educando en un viejo deber ser: el crecimiento del PIB a nivel macroeconómico y la maximización de las utilidades a nivel microeconómico, ambos conceptos si no son modelados y limitados por los nuevos requerimientos que bien plantea la ‘dona’, terminan causando tremendo daño.
Lo bueno es que hay economistas como Kate Raworth y ciudades como Ámsterdam, así como propuestas aquí en Colombia de gran valía en estas materias. ¿Qué alcalde se atreve a seguir el ejemplo aquí en Colombia?
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