Me remitieron una columna de opinión, publicada en www.elquindiano.com, del humorista o comediante Flaco Jiménez, intitulada “Manizales, un caserío en medio de un pantanero”, donde Jiménez hace un esbozo acerca de los primeros días de nuestra ciudad que se remonta hasta los incendios y da testimonio que su padre participó en los saqueos del incendio del 25.
Me parece curioso ese afán de presentar los inicios de la fundación de Manizales resaltando sólo los hechos negativos, colocándolos de tal forma que un incauto lector quede con una impresión adversa de los importantes hechos.
Despotricar de hechos pasados no es escribir historia. Que la población surgió en un pantanero, es lógico, era una obra sin vías cimentadas, pero lo que faltaba en lo material se logró en lo civilizatorio, porque conocemos el libro de reparto de lotes, donde se adjudicaron en propiedad a los nuevos pobladores, futuros ciudadanos. Que los marranos caminaban sueltos en las calles, eso es otro aspecto típico de todas estas poblaciones recién fundadas, que rápidamente fue corregido por los gobernantes. En el archivo histórico municipal, recinto que el Flaco Jiménez nunca visitó para cimentar sus aseveraciones, hay resoluciones de los alcaldes cobrando el tiro del marrano muerto, porque su dueño había infringido la norma de tenerlo encerrado. Pero los marranos los trae a colación Jiménez para crear un escenario de inmundicia, porque aquí no había ley, ya que Salamina, la cabecera administrativa, quedaba a varios días de camino. Eso no es cierto, al ser erigido Manizales en distrito parroquial, se le asignaba un alcalde, máxima figura del orden, más en esa época.
Que era refugio de contrabandistas y malhechores es otro elemento que trae a colación este necio, al cual su fino humor, al parecer, se le acabó. En los documentos que reposan en el archivo histórico de la ciudad reposan expedientes de muchas infracciones a la ley, ya sea de orden civil o de orden penal, como muestra de que se trata de una fundación de hombres y no de ángeles. El cronista Luis Londoño, en su obra de 1936 habla de varios asesinatos que conmovieron a Manizales, sin ocultar nada de esos hechos, pero tampoco para concluir que sus habitantes eran facinerosos.
En Manizales en 1862, solo 3 años después de que se introdujera el sistema de estampillas en el correo en Colombia, había oficina postal y gente que escribía y recibía cartas, así que esa panorámica desvalida que el muy flaco Jiménez quiere difundir, no tiene bases documentales.
El delito de contrabando era típico en esa época, debido a que los dos Estados soberanos que limitaban en la quebrada Manizales contaban con legislaciones dispares en cuanto a rentas se trataba, resultando que un hecho era lícito a un lado del río y al cruzar se convertía en problema. No veo que este tópico demerite en lo moral a nuestros ancestros que se dedicaron a edificar una población que rápidamente alcanzó a todas las otras y se convirtió en capital del departamento. Sí Manizales hubiera dejado de existir, los apuntes de Jiménez podrían ser explicativos, pero al surgir en grande, creo que sus apreciaciones son ridículas.
Habla de avances industriales citando 8 trapiches y otras empresas, aquí de nuevo flaquea el autor ya que mezcla estadísticas de 1886 con las inexistentes de 1851, época de los marranos sueltos y del cura hormonado, falsificador de moneda y asesino. El padre Bernardo Ocampo es un caso interesantísimo que el Flaco no explota a fondo. Para la fecha de la fundación, que significaba tener párroco propio, este era elegido democráticamente por la población, y este cura liberal y renegado fue el que se le impuso a la Manizales en pañales. Lo único que pudo hacer el obispo Riaño fue nombrar un coadjutor, el padre Naranjito, que murió después en el exilio debido a los conflictos entre el Estado y la Iglesia. Ahora, que este cura haya sido “cosido” a puñaladas saliendo de misa por el hijo del muerto es falso. Relata Luis Londoño, hombre nacido en Manizales en 1863, que el cura sufrió solo leve castigo y reapareció 20 años después en Manizales.
La historia no es un chiste, es un bien común que no debe vandalizar para lograr rating un 12 de octubre. Se debe tener un excelente conocimiento de la historia para dar con el punto humorístico inherente a todo acto humano, pero cuando se carece de esto, la mofa sale mal, vulgar y de mal gusto.
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