Vale la pena recalcar lo importante que es preservar esta técnica constructiva que constantemente está expuesta a una torpe, pero eficaz, ataque. No conservar ese patrimonio es como perder las fotos del matrimonio, es cierto que con o sin fotos de ese evento el matrimonio se presume consumado, pero tener la foto es una importante nota de distinción, orden y jerarquía, y es un paso a la excelencia. Este patrimonio demuestra cómo fueron los principios de nuestra civilidad y refleja nuestra alma, mucho antes que se encontrara expuesta a tanta influencia foránea.
Esas casas son la parte más visible de nuestro pasado y de nuestra identidad. Es bien sabido que solo una comunidad con una identidad sólida será más justa, y el bien común no será una palabra vacía, como lo vemos hoy en día. El bahareque es un logro regional y único, nadie construyó así nunca, parecido tal vez, pero nunca como lo hicieron nuestros abuelos y antepasados.
Tenemos que cambiar de actitud y volver a una identificación positiva con el pasado y el bahareque, y la historia que alberga es el camino. Para sentirnos orgullosos no necesitamos salir de nuestros pueblos, allí están nuestros orígenes sintetizados en esos muros y techos adustos. Queremos pueblos robustos y con ánimos resueltos. La pobreza es una actitud. Un hombre pobre de espíritu puede ganarse una lotería y a los pocos años gastar su fortuna volviendo a la miseria, en cambio una persona con una actitud positiva, con una ganancia de esas transforma su vida y se convierte en triunfador. Necesitamos adquirir autoestima como región, eso lo logramos si nos identificamos con nuestros orígenes, porque al final eso es lo que somos.
Dejar perder esa unicidad, esa diferencia, es perder una importante ventaja que en un mundo globalizado nos hace sobresalir. La historia de nuestros municipios se vuelve tangible con esas casonas, y es de rechazar la idea que estas obstruyen el progreso y desarrollo y se cree que saben demoler para modernizar nuestros pueblos. Esa idea es falsa.
Nuestros pueblos surgen desde el campo y en función de la agricultura, las funciones que debe ejercer un pueblo del siglo XXI son muy complejas, requieren un análisis extenso, pero en ningún momento el sacrificio de sus centros históricos. Si queremos proyectar estos pueblos para que atraigan industrias, porque el turismo será una tendencia pasajera que en 40 años no tendrá mayor significación y se decantará en unos pocos sitios, la planificación no queda resuelta con tumbar las raíces.
Los POT y planes de desarrollo deben adecuar nuevos terrenos para que estos pueblos puedan llegar a la modernidad sin sacrificar su origen, su historia y su identidad. Es urgente una expansión para vivienda, comercio y una futura industria, eso es innegable y se debe asumir una actitud de reto y no de verdugo destruyendo un pasado glorioso que no carece de claros y oscuros.
El desarrollo se logra por medio de adquirir la excelencia y no a través de un decreto o por una declaración, la excelencia es un esfuerzo condensado en unos logros. La excelencia se da en el interior del ser humano, es el hombre que debe crecer basado en unos valores y unos hechos. Lograda la excelencia se puede soñar en voz alta, porque esos sueños se convertirán en la base de un mejor futuro.
Hay una gran tarea que debe liderar el gobierno departamental para retomar la defensa del patrimonio arquitectónico, porque nos da la oportunidad de crecer como seres humanos adquiriendo una madurez sobre bases sólidas y muy nuestras. Así el bahareque nos da la posibilidad de mirar atrás, y nos invita a percibir el futuro. Bahareque es entonces la base de nuestro desarrollo, ya que nos transmite la idea de que somos hombres y mujeres inmersos en una rica tradición y por ende dignos de sentirnos orgullosos de un pasado.
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