La plaza de Bolívar de Bogotá es, sin duda, la plaza más importante del país. Cada cuadra está saturada de la historia de nuestra nación. Cada edificio es histórico por excelencia y se podría dictar una cátedra de colombianidad sin abandonar ese trascendental espacio. ¿Cuál es el edificio que más pesa en ese cuadrilátero? Pregunta tal vez retórica, pero perfectamente válida. Decir que es el Capitolio donde tiene sede el Congreso, puede ser una respuesta interesante, porque en ese edificio se toman decisiones que afectan todo el país a pesar de que en edad existan otras casas de mayor antigüedad en ese marco. Llama la atención que no se repiten estilos arquitectónicos logrando una plaza mayor bastante ecléctica, por no decir diversa.
Me encanta que ese sitio mágico de Colombia, al cual apuntan todos los esfuerzos de país y en el cual se centra el poder, cuente con un museo que funge como templo de la colombianidad. En una equina, la Casa del Florero de Llorente nos presenta uno de los primeros peldaños que hemos subido en la escalera de la democracia, porque allí se dio el chispazo que introdujo el sistema de gobierno donde el pueblo es el soberano, proceso que históricamente se le da el nombre de Independencia.
Ese museo, arca donde guardamos lo que somos, sufrió una intervención radical que los desvió del propósito que debería cumplir. Aquí ya no se honra y guarda la memoria de esos primeros pasos democráticos que dio Colombia, sino que se puso este museo a crear un mal ambiente alrededor de lo que hemos logrado en tema de democracia, que si bien es cierto, no son logros que se acercan a un ideal, esos pasos, muchos de ellos errados, son la casuística de la democracia nuestra y contienen una enseñanza enorme para hacer mejor las cosas. Evidentemente, en la Casa del Florero de Llorente fueron retirados los nombres de los primeros mártires de nuestra democracia, víctimas del afán del rey de no perder sus posesiones americanas. ¿Cómo un museo de esa índole no puede subsistir sin mártires colocaron los de los muertos de la toma del Palacio de Justicia? ¿Por qué ese cambio? ¿Cómo se justifica ese cambio? No me lo explico. Diría que por falta de conocer nuestra historia, ciertos personajes, ya pretenden desmontarla a su amaño.
Los hechos del Palacio de Justicia son históricos, pero no para opacar a los hechos alrededor del 20 de julio de 1810. Y si el Museo del 20 de Julio debe reflejar todo lo que ha sucedido en los demás edificios de esa plaza, su tarea sería imposible de concretar. Tomar una parte de los hechos que nos marcaron históricamente y deliberadamente montar una cátedra política de muy dudosa ortografía es un desafuero enorme que al tratarse de un empleado público su perpetuador, su actitud raya con el prevaricato, porque mal usa dineros e instalaciones públicas para fines que no figuran dentro de su reglamento.
La historia de la Independencia es un campo demasiado interesante para limitarla a una crítica barata hecha por personajes que ignoran la importancia de la Revuelta de Aranjuez en 1808 y cómo este hecho pesa en lo que sucedió con el reino español.
Sufre Colombia un continuo desencuentro con su pasado, porque la cátedra de historia no ha vuelto a los colegios, a pesar de que el Congreso, en el año 2017, ya se había pronunciado en ese sentido y ahora estos doctorcitos en artes plásticas y museología nos roban la posibilidad de ver nuestro pasado en los museos de la nación.
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