La ola de derribamiento de estatuas cada vez se acerca más. Ya no es la estatua de Colón en Los Ángeles, ya esa vieja tendencia está ad portas. ¿Quién fue el Adelantado Sebastián de Belalcázar, para que se le erija y para que se derroque una estatua ecuestre? Fue uno de los más característicos y eficientes conquistadores españoles que supo llegar a lo más alto del poder arrancando desde cero. Pasó de ser un siervo que cuidaba cerdos en España a gobernador de una ignota provincia indiana.
Supo independizarse de su jefe Pizarro, en Lima, y logró que la Corona le reconocieran una gobernación propia que técnicamente estaba dentro del globo de tierra prometida a otro conquistador: Pedro de Heredia. Fundó 4 ciudades de importancia: Pasto, Cali y Popayán en Colombia y Quito en el Ecuador. Fue un hombre que con esos hechos moldeó la actual Colombia y está más vigente de lo que el colombiano común cree. La historiografía del siglo XIX introdujo en nuestra mentalidad una curiosa división, tanto que hablamos de los españoles como si hubieran sido gente que estuvo aquí y se volvieron, no teniendo en cuenta que en la Colombia mestiza, la gran mayoría de sus habitantes llevamos esas tres sangres, incluyendo la española. La herencia española, así como la africana y la indígena, se han convertido en un tema complejo en Colombia últimamente, y que, para mayor calamidad, se está politizando, perdiendo la visión ecuánime de los hechos.
No se investiga, no se debate y se está pasando a situaciones de hecho, forzando y violentando. Derribar una estatua después de casi 500 años de haberse cumplido los hechos es necio, y técnicamente una afrenta a los ciudadanos que prefieren que esté de pie. Que los misak le siguieron un juicio, seguramente “revolucionario”, a Belalcázar para condenarlo a sufrir este tipo de “violencia simbólica” es abstruso, porque uno de los preceptos básicos de las leyes es que deben ser vigentes para la época y el sitio de los hechos, y a Belalcázar sí se le seguía un sonado pleito y se le había condenado a muerte por el asesinato del Mariscal Robledo, perpetrado en lo que hoy es Pácora, pero la figura de genocida, desplazador forzado y etc. no son aplicables. ¿Qué justicia buscan si no están dispuestos a darla? Todo queda en un sencillo juego de fuerzas. De esta forma los indios misak desbarataron no solo una estatua, sino la posibilidad de un análisis preciso y urgente que debe hacer una nación como la nuestra y llegar a un punto que se ajuste a las tres razas principales y sus mezclas que la componen, y sobre todo se base en los textos y archivos históricos y no en manuales de directorios políticos.
Al dañar la estatua de Belalcázar, sus perpetradores cogieron un atajo fácil, porque si quieren deshacer lo que este hombre hizo en nombre del Reino de España, la tarea es mucho más grande. Pueden derribar todas las estatuas de conquistadores y solo habrán movido hilos para desatar más violencia, que tendrá como primeras víctimas su propia gente y no habrán cambiado la mentalidad de los colombianos.
No quieren entender estos activos iconoclastas que derribaron un símbolo, pero no el hecho. La historia se hace y nunca se deshace. No se trata de derrocar una estatua, se trata de construir más estatuas. La estatua de Belalcázar representa el inicio de una época que está perfectamente, para mal o para bien, mejor conectada con la actual Colombia que el mundo precolombino. A los misak les faltan estrategas para librar una batalla con éxito, les faltó estudiar al enemigo que los derrotó, conquistó y les arrebató sus tierras.
La fuerza desplegada por Belalcázar fue mucho mayor a la empleada para jalar unas cuerdas y derribar 500 kg de metal en Popayán. Belalcázar y España moldearon por la fuerza nuestro país a un costo de sangre bastante alto, y si analizamos este hecho a profundidad, lo moldearon tanto que es indivisible. El país no debe permitir que este álgido y complejo debate se delante de esta forma, ahí radica el daño.
P.D. Al escribir esta columna leo la noticia de que el alcalde de Popayán está dispuesto a dialogar sobre la estatua de Belalcázar, vemos como estos neojacobinos ponen en jaque a un político supeditado a las próximas elecciones, forzando unas conclusiones que nada tienen de reposadas y ajustadas.
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