Dada la reciente presentación de Shakira al lado de Jennifer López en el intermedio del Superbowl, la final de un campeonato de fútbol americano, espectáculo visto por más de 100 millones de espectadores, me causa una gran admiración el talento de esta colombiana. Cantar en el Superbowl ya solo es impresionante, pero si a eso se le agrega que Shakira ha cantado en las ceremonias de inauguración o clausura de los tres últimos mundiales de fútbol, eso sí ya es increíble. Es una artista que está definitivamente en el top mundial.
Por otra parte, Sadio Mané es un futbolista senegalés que juega en el Liverpool, el mejor equipo inglés del momento y actual campeón de la Champions, el torneo más importante de clubes en Europa. Su promedio de anotaciones es de 0,5 goles por partido, pero brilla además por sus asistencias. Sus derechos deportivos están tasados en 120 millones de euros, en la actualidad es uno de los futbolistas mejor pagados en el mundo: 15 millones de euros anuales, sin contar patrocinios, publicidad ni premios. Es una verdadera estrella.
Ambos, la artista y el deportista tienen talento superlativo, pero el lado humano de ambos sobrepasa sus hazañas artísticas y deportivas.
Mané en vez de usar su dinero en aviones, autos lujosos, viajes y fiestas extravagantes, dedica su dinero en construir en su país natal Senegal, escuelas, canchas deportivas, hospitales entre otros; financia programas educativos de prevención del VIH además de donde nació, en varios países africanos. Como si esto fuera poco, entrega mensualmente 70 euros a cada una de las familias del barrio en donde creció en su pueblo natal Bambalí, en Senegal. Pero no solo por esto es admirable el deportista. Resulta que además es un hombre humilde. Hace un par de años se hizo viral en redes sociales un video en donde se veía una persona limpiando un baño en una mezquita. Nada raro, si no fuera porque aquel hombre era Mané. Nunca se queja, hace filas, es respetuoso, habla en voz baja. En reciente entrevista dijo: “… ¿para qué querría diez Ferraris, veinte relojes de diamante o dos aviones? Prefiero que los míos reciban un poco de lo que la vida me ha dado.”
Pero Shakira no se queda atrás. En 1997 creó su Fundación Pies Descalzos para ayudar a transformar vidas a través de la educación. A la fecha esta Fundación ha invertido más de 35 millones de dólares en educación en Colombia. Aunque se le conoce por la construcción de 8 mega colegios de gran escala y formato, con excelente diseño, acabado y dotación, en barrios marginales de Quibdó, Soacha, Cartagena y Barranquilla, también implementan modelos pedagógicos para que más de 25.000 niños vulnerables estudien en ambientes protegidos, estimulantes y dignos. Recientemente tuve la oportunidad de oír una intervención de Shakira en el evento más importante de educación a nivel mundial. Me impresionó su conocimiento, su compromiso y su pasión por la educación. Me pareció, incluso, que disfrutaba más trabajar para la educación desde su Fundación y apoyar a niños en situación de vulnerabilidad, que cantar, dar conciertos o ser reconocida mundialmente.
Estos dos ejemplos de talentosísimos profesionales y mejores seres humanos son dignos de resaltar. Aunque me descrestan la voz, el baile, los goles y las gambetas, la verdad me admira aún más su compromiso y su generosidad. Muchas líneas se escriben a diario de estos dos genios. Yo me uno a tantas exaltaciones, pero resaltando un lado menos conocido en sus vidas, pero mucho más importante: su gran corazón.
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