Cuando empezamos a caminar en búsqueda de la verdad en la región, encontramos múltiples trazos de viejas trochas andadas y desandadas, caminos reales, vías pavimentadas, carreteras empolvadas y laberintos interminables de historias, recuerdos y recodos donde la guerra tocó la puerta. Como todas las guerras, esta tampoco la llamamos, pero como un espectro silencioso fue llegando a los territorios y fue siendo invocada por muchos paisanos que vieron en la violencia una oportunidad o una necesidad. En estos caminos por desentramar los relatos de lo que nos pasó, encontramos víctimas con lágrimas guardadas en el olvido, que como un bálsamo moral, narraron sus historias a la Comisión de la Verdad, sus verdades que en muchos casos nunca habían sido escuchadas. Allí la escucha se volvió en un suspiro de dolor con un aire de esperanza, nos repetían en diversas latitudes “gracias por escuchar”, un acto noble de quienes con la dignidad de su silenciosa resiliencia se sentaron ante nosotros para abrir sus heridas e intentar cicatrizarlas un poco con la idea de que la verdad sirva para entender qué nos pasó.
Víctimas de todos los actores y horrores, habitando una sociedad que les dio la espalda en un mutismo inconmensurable, una sociedad que había logrado lo impensable, hacer del Eje Cafetero un remanso de paz en medio de la guerra. Guerra que desde la violencia bipartidista, pasando por el conflicto armado insurgente y contrainsurgente, hasta el actual repunte de la violencia urbana, ha dejado una estela de muertos, desplazados y desterrados, en medio de una sociedad “pujante”, pero silente de un conflicto que atravesaba sus entrañas.
La tierra lloró, sus hijos cayeron entre las cúspides cordilleranas y las planicies en medio de valles y cañones, el conflicto se hizo imperceptible y las verdades que empezamos a reconstruir dan cuenta de un entramado de violencias e intereses que apenas empiezan a emerger de las tinieblas. El silencio fue una opción, un dispositivo de supervivencia para algunos, un aprendizaje para otros, pero también fue un espectro atemorizante, una sensación de policromías del miedo, miedo, que a pesar del sufrimiento se empieza a romper en relatos de dolor que surcan en los testimonios que fluyen de los 3 departamentos.
El cauce incontenible de la verdad ha posibilitado un torrente de esperanza para enfrentar el silencio y decirle a la región, que la verdad se construye aprendiéndonos a escuchar, a sentir empatía por el dolor ajeno y a reconocer lo que nos pasó, para no volver a repetirlo.
Coordinador territorial Eje Cafetero Comisión de la Verdad
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