Hay que decirlo de una vez: señores, ahora que hacemos las veces de santísimo expuesto todo el día en casa por cuenta del C-19, mejor nos sentamos.
La taza se llenó. No es posible seguir callando el acoso de que es víctima el macho alfa debido a la antiquísima y bien ganada condición de homo erectus que nos permite hacer pipí de pie. Con la cuarentena la agresividad aumenta.
La beligerancia crece hasta el punto de que cada vez es mayor el número de varones domados, obligados a hacer pipí sentados. ¿Envidia o caridad?, me pregunto.
¿Qué nos pasa, colegas, que no desatamos palabra para defender uno de los últimos bastiones de la liberación masculina? ¿No es hora de hacer valer la pequeña diferencia para ejecutar erectos esos nada endosables menesteres?
Feministas de raca mandaca, Helgas, Ramonas o Pepitas furibundas de carne y hueso, la han emprendido contra sus perplejos Olafos, Panchos y Lorenzos, y han lanzado el grito de independencia, que consiste en exigirnos que mejoremos sustancialmente la puntería, nos sentemos, o nos vayamos a aligerar el riñón al atrio, así nos claven un comparendo por salir de casa en días que no nos corresponden según la dictadura del pico y cédula.
Hasta hace poco, el mundo marchaba sensatamente bien: el hombre se extrovertía riñónmente de acuerdo con la costumbre y la fisiología, y todos tan contentos. De un tiempo para acá, las mujeres, jartas de soportar el desaseo en que encuentran el excusado, se han salido de sus estrías y se han dado a la tarea de hostilizarnos a la brava con el cuento de la correcta orinada.
Todo nos llega tarde, hasta campañas como éstas. Las primeras en hacerle al macho la exigencia de mear sentados, fueron las furiosas feministas alemanas grandotas, de ojos azules y cachetes blancos como la nieve, capaces de poner en fuga una mapaná de una simple malacara.
(La campaña debería extenderse a las propias mujeres que frecuentan baños en supermercados y restaurantes pues por asepsia tratan de imitar al macho y hacen pipí de pie, dejando los sanitarios convertidos en unos etcéteras. Pilas, queridas Evas).
Aunque pensándolo dos veces, la paz doméstica, la urbanidad, la estética y la higiene, merecen una segunda oportunidad sobre el inodoro: señores, mejor nos sentamos.
Es más cómodo, no paga impuestos que después son convertidos en plata de bolsillo de los corruptos de la parroquia, se puede leer el periódico y de paso nos ahorramos las calumniadas tres sacudidas... que si pasan de ese cabalístico número, nos matriculan en las filas del calumniado Onán.
Dijo Napoleón en su forzoso sabático en la cárcel de alta comodidad de Santa Helena que “las batallas contra la mujer son las únicas que se ganan huyendo”. Seamos más prácticos que el solitario corso, ciudadanos, y ganemos batallas sentándonos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015