Son el “ábrete sésamo” de los mortales desde los egipcios, sus creadores. En 1861, Linus Yale, padre, le puso papel carbón al invento egipcio. Más tarde, Linus, hijo, pirateó a papá, mejoró el cachivache y “habemus” llaves.
Las mujeres les adicionan arandelas para encontrarlas fácilmente en la babel del bolso. El varón domado también se da sus mañas para ubicarlas. Podemos dejar la ortografía, la moral, el rencor en casa, pero nunca las llaves.
¿Dónde están las “&%$#/&” llaves?, solemos indagar, salidos de la ropa. Cuando empezamos a olvidarlas, sospechamos en los recovecos del cerebro que empezó la callada visita del señor Alzheimer. (Consejo: si empieza a encontrarse a Alzheimer en la calle cambie de acera).
San Pedro, dueño de las llaves del agua y del cielo, es el indestronable patrón mundial de los cerrajeros. Si se le pierden las suyas, sobórnelo para que se las localice. O consulte al cerrajero del barrio, un ducho en abrir y cerrar intimidades.
O ponga un clasificado en la calle, como el que vi en el poste de un parque bogotano: “Se buscan llaves”, decía, sin más prosa. Solo figuraban adicionalmente dos teléfonos cuyos números habían sido borrados por aguaceros bíblicos recientes. Con los números que sobrevivieron al aguacero no se podía llamar a nadie.
Ese clasificado hecho en casa estaba redactado en color azul celeste, como para subrayar la angustia por la pérdida. La frágil letra del aviso delataba la mano de una clandestina grafitera nocturna.
Ante el clasificado, me surgieron múltiples preguntas:
¿Su propietaria es la enamorada del “ladrón que tiene las llaves de la noche”? ¿Necesitaba abrir un cofre empotrado en la pared con inconfesables secretos amorosos? ¿Buscaba las llaves del Reino o de la Ciudad de Hierro?
¿Se buscan las “llaves” que aplicaban el Enmascarado de Plata o Lalo El Exótico? ¿O la llave del agua que ha empezado a darse un sabático? ¿Estamos hablando de alguna llave que dejó viudas a sus pares de alguna arca triclave? ¿Serán las llaves sin usar de una casa de puertas abiertas?
¿Tienen algo que ver con un cónclave, o más bien con desclavar, o enclavar? Puede ser que la extraviada sea una llave maestra de esas que abren cerraduras a través de las cuales el voyerista amplía su colección de cucos
¿Hablamos de una llave inglesa o de un “hombresolo”? O simplemente, ¿alguien busca a su “llave”, amigo, o parcero irrepetible? ¿O hablamos de las llaves que alguien arrojó al mar como una botella que llegará a su destino en vísperas de que se acabe el mundo?
Si encuentra unas llaves que no encajan en su cerradura, déjelas en alguna oficina de cachivaches perdidos. De pronto allí las reclame alguna desconsolada dueña.
Lo mejor en la materia, lo dijo una mujer siria cuando llegó a Estocolmo en calidad de asilada: Todo lo que quería en la vida era volver a abrir y cerrar una puerta…
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