En el pasado, varios presidentes fracasaron en su empeño de meter de cabezas al gabinete ejecutivo a Fabio Echeverri Correa -el más histórico de los presidentes de la ANDI- como líder del equipo económico.
Al propio tiempo, la clase política de su región de origen recibió un idéntico no rotundo al tentarlo algunos jefes con la alcaldía de Medellín, primero, y con la gobernación de Antioquia, después.
Los coqueteos tampoco prosperaron cuando le picaron arrastre desde la Cancillería, para tratar de llevarlo a una embajada de primer nivel, y menos al ofrecerle un primer renglón, el más efectivo, en la lista de candidatos al Senado. No se dejó silenciar por la “mermelada” burocrática de entonces.
Nunca lo atrajo la abulia predominante en los recintos capitolinos. Un solo período como representante a la Cámara le bastó para renunciar por siempre a la condición de “padre de la patria”. En cambio, a su hermano Héctor, el viudo de doña Gloria Lara (asesinada en cautiverio por sus secuestradores, “Los extraditables”, en 1982) sí lo sedujo el Congreso. Fue un mimado de la Casa Turbay.
El doctor Fabio -que en alguna época militó en el MRL- se sintió cómodo, a sus anchas, en sus 17 años como presidente de la todopoderosa ANDI, la Asociación Nacional de Industriales, entre 1974 y 1991, desde la que repartía dobles y mandobles contra los gobiernos de turno. Lo padecieron como sirirí o gran tábano, en su orden, los presidentes Pastrana Borrero, López Michelsen, Turbay Ayala, Betancur Cuartas, Barco Vargas y Gaviria Trujillo. “El púlpito de Echeverri” generaba temores, algunas veces, en Palacio.
El periodista Óscar Domínguez lo apodaba “Mano de piedra Echeverri” en sus deliciosas crónicas para Colprensa, y en la revista Semana lo llamaban “El Rambo paisa”, apelativo que seguramente no le simpatizaba porque también se lo endosaban, a veces, a Fidel Castaño, el creador de las “Autodefensas” y de “Los Pepes”.
Sorprendió al país cuando resolvió hacer el tránsito de su liderazgo gremial a la política, gerenciando las dos campañas presidenciales de Uribe, y dio el brazo a torcer permitiendo que se le incluyera en la alta nómina burocrática como consejero palaciego. En el ejercicio de sus funciones se inventó el famoso argumento, según el cual, “la reelección de Uribe lo único que implicaría sería el cambio de un ‘articulito’ de la Constitución Nacional”. El cambiecito -que parecía tan sencillo- llevó a prisión a doña Yidis Medina y a don Teodolindo Avendaño.
Las vueltas que da la vida: en el pasado se le achacaba a Echeverri la prematura salida del esposo de doña Lina de la Alcaldía de Medellín. Siempre se dijo que el abrupto relevo se lo ordenó el entonces presidente Betancur al gobernador Álvaro Villegas.
Una anécdota: Cuando el autor del Contraplano dirigía los servicios informativos de RCN, el dueño de la cadena radial, don Carlos Ardila Lulle, montó en cólera porque Echeverri “le había faltado al respeto” al ministro de Hacienda de entonces, Jaime García Parra, tildándolo de “loco” en el programa dominical “Frente a Frente”. El magnate (tan santandereano como el rector de las finanzas) nos exigió que llamáramos al ministro a presentarle “excusas” por ese desaguisado. Nosotros alegamos que quien debería llamar al doctor García, al ministerio, si a bien tenía, era el doctor Echeverri y no su entrevistador. Para ponerle fin a la tormenta, contactamos al ministro, quien en una atinada demostración de sensatez y buen juicio, nos dijo: “No se preocupen por eso. El país sabe lo deslenguado que es, a veces, el doctor Echeverri…”.
La apostilla: Ahora (cuando con contadas excepciones) es ministro cualquier perico de los palotes, recordamos que en sus tiempos de belicoso estudiante de economía de la Universidad de los Andes, solía sacar pecho con estas tres marcas impuestas en la juventud por su papá Luis Guillermo Echeverri Abad, uno de los hombres más sobresalientes que tuvo Antioquia en el siglo XX: alcalde de Medellín a los 21 años; gobernador a los 23 y ministro a los 28.
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