Cuando la confianza se pierde, todo se pierde. Esto es lo que muchas personas sostienen cuando una relación pasa por una etapa de crisis, principalmente alimentada por desconfianza y acusaciones que pueden ir de lado a lado. También están los que dicen que una relación sin confianza no funciona o que restaurarla es casi que imposible.
Pues, bien, después de todos los sucesos reflejados en los medios de comunicación durante el pasado mes, esa confianza que teníamos todos en la Registraduría parece que se desvanece de a poco. No porque la institución como tal esté fallando, sino por el actuar de sus representantes y su manera de controvertir lo que de la entidad se ha dicho, situación que deja malparados a quienes están al frente, en este caso específico, al señor registrador, Alexander Vega Rocha.
Las peticiones hechas recientemente por algunos congresistas sugiriendo un registrador ad-hoc podrían sonar plausibles para muchos ciudadanos dadas las conocidas dudas que se han surtido sobre la Registraduría después del 13 de marzo, pero designar un registrador solo para las elecciones presidenciales sería bastante lesivo al nombre de la Registraduría y sus competencias, además podría ser peor el remedio que la enfermedad.
Su organismo rector, el Consejo Nacional Electoral, ha actuado sin la profundidad esperada por los colombianos, como debería ser y como quisiéramos ver. Solo les hemos escuchado un pronunciamiento negativo a la petición de un reconteo general de votos de las elecciones legislativas, sin embargo, pese a todo lo que ha pasado, es fundamental que quienes están allí para sostener la soberanía de la participación democrática, se unan para desmanchar la imagen de la Registraduría tras todos los tomates que se le han arrojado recientemente.
Pero no es fácil hablar de la institución cuando el mismo registrador sostuvo en medios nacionales que en el preconteo –que tiene funciones netamente informativas y no vinculantes– no se tuvieron en cuenta cerca de un millón de votos. Sí, un millón de votos. La cifra suena abultada y sin precedentes en la historia reciente y por esto se culpa a los jurados, quienes, si bien, son grandes responsables de lo ocurrido, no todo se les puede endilgar. Algo falló en el sistema, en la capacitación, en los controles y esto debe saberse públicamente.
La Registraduría colombiana tiene la buena fama en América Latina de actuar rápidamente en el oficio de contar votos y no resulta traumático, como sí pasa en otros países, donde el escrutinio se tarda largas horas o hasta varios días. Pero en ese afán por entregar resultados pronto no puede quedar endeudada la institución en su prestigio y seriedad.
Las polémicas pueden rodear al señor registrador Vega Rocha, pero esto no puede llevarse por delante la imagen de la Registraduría, la misma que se ha hecho con pulso por tantos años de trabajo disciplinado. También, deja un desaire que el señor registrador Vega Rocha no se hubiera presentado al Senado de la República para rendir cuentas sobre lo sucedido en medio de un debate de control político sobre su desempeño.
Hay dudas que se siguen cimentando entre tantas confusiones y que solo con un óptimo e impecable desempeño en las próximas elecciones presidenciales pueden deshacerse de una vez por todas. De repetirse lo ocurrido en el último mes, la Registraduría del señor Alexander Vega Rocha estaría echando a perder un trabajo de varias décadas. Por eso, digo que hay que restablecer la confianza y ello se hace con dos elementos, el voto de todos y el trabajo serio de una entidad sobre la que hoy pesan serias dudas.
Ahora como nunca, el país demanda que los colombianos votemos por restaurar la confianza.
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