“La inevitable presencia del otro hace que la reflexión económica sea, por naturaleza, ética”. Con esas palabras, el profesor Jorge Iván González introdujo una serie de ensayos publicados por la Universidad Externado de Colombia en 2003, escritos en memoria de Jesús Antonio Bejarano bajo el título “Economía y Ética”. Bejarano, profesor de economía, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia y Consejero Presidencial para la Paz en los gobiernos de Virgilio Barco y César Gaviria, había sido asesinado en el campus de la Universidad Nacional en Bogotá, en 1999. No se sabe si fueron los paramilitares o la guerrilla. Las balas, disparadas al frente del edificio de posgrados de la Facultad de Ciencias Económicas, causaron un impacto profundo entre quienes allí estudiábamos y en toda la comunidad académica. También, por supuesto, abrieron una zanja en el corazón de su amigo y colega Jorge Iván.
El pasado 19 de junio se llevó a cabo en la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, en su bella sede del barrio La Soledad en Bogotá, la sesión solemne de posesión como miembro de número de Jorge Iván González, conocido desde hace décadas por sus colegas y sus estudiantes como “el Sabio”. Allí, Jorge Iván presentó su trabajo: “el intuicionismo analítico de Bejarano”. No son sus títulos académicos ni los cargos que ha ocupado los que explican que sea llamado “el Sabio”. Jorge Iván es uno de los más grandes economistas no sólo de Colombia sino también del mundo hispanoamericano. “Nadie puede ser un gran economista -decía John Stuart Mill- si es solamente un economista”. Jorge Iván es un verdadero polímata. Sabe usar con pericia las matemáticas y la estadística. Su desempeño en áreas como la filosofía política, la historia y la ciencia política es muy superior al de muchos de los profesionales especializados en esas disciplinas. Y conoce, como pocos, las obras de los grandes autores de la ciencia económica, sus aportes y debilidades. De hecho, una de sus obsesiones ha sido la de infundir entre los estudiosos de la economía y otras ciencias sociales, el hábito de leer directamente los trabajos de los más destacados exponentes del pensamiento económico desde Adam Smith hasta Friedrich Hayek, desde John Maynard Keynes hasta James Tobin y Thomas Sargent. También lee con fruición a los más recientes premios Nobel de economía, da clases y escribe sobre ellos con una envidiable claridad. Su prosa que suele estar acompañada de gráficos y cuadros inteligibles (a diferencia de muchos artículos de revistas especializadas que son escritos para que casi nadie los entienda), es directa, con oraciones cortas pero potentes, sin vericuetos ni ostentaciones de erudición. Y sin embargo ésta es inocultable. El Sabio no sólo presta atención a autores extranjeros. Estudia con agudeza crítica la producción académica de sus colegas en Colombia. Sus trabajos sobre Bejarano, Eduardo Wiesner, Juan Luis Londoño y otros, así lo demuestran. Debate siempre con argumentos y cifras, respetando siempre a su interlocutor.
Su insistencia en la necesidad de leer directamente a los principales autores de la economía, la filosofía y las ciencias sociales en general, resulta de su preocupación por la influencia desmedida que las interpretaciones simplistas de los libros de texto ejercen sobre la mentalidad de quienes tienen injerencia en el proceso de agendamiento y diseño de las políticas públicas y sobre la opinión de los ciudadanos. Aunque ha escrito sobre teoría económica, política fiscal y monetaria, geografía económica y políticas sectoriales, la pobreza y la desigualdad han ocupado un lugar privilegiado entre sus intereses académicos. Sin dejar de reconocer la importancia del mercado como institución social, comparte la conclusión de Kenneth Arrow en el sentido de que “los mercados no se interesan por el bienestar de los individuos porque la dinámica del sistema deja de lado las preguntas por la distribución”. Jorge Iván no se encierra en una torre de marfil: su reflexión teórica nunca ha estado desvinculada de las preocupaciones prácticas de la sociedad. Jorge Iván es, además, un conversador exquisito y un amigo incondicional. Invito a los lectores de esta columna a que estudien la obra de una de las más brillantes mentes de Colombia cuya obra honro y celebro desde este espacio.
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