¿Es un pato o un conejo? Una paradoja visual nos muestra que dos descripciones diferentes de un mismo objeto pueden ser igualmente ciertas. Desde un ángulo, un sujeto ve el dibujo de un pato.
Al mirar de otra manera, a la vista del sujeto aparece un conejo en el mismo dibujo. Sin embargo, al enfrentarnos a la realidad, no siempre estamos dispuestos a un cambio de perspectiva. El fanatismo, la ignorancia, la ausencia de empatía o la falta de disposición para escuchar -que es también una manera de ver- atrapan a las personas en una sola mirada. Estar confinado a una única perspectiva conlleva, no pocas veces, cierta autocomplacencia derivada de dos cosas: la camaradería de quienes comparten ese mismo y excluyente punto de vista y la sensación de una coherencia sin costuras.
Hace unos días, refiriéndose al ominoso asesinato de jóvenes policías, el saliente presidente Duque afirmó: “Algunos ahora se vienen a rasgar las vestiduras, ahora les viene a doler la policía cuando no hicieron más sino lacerarla, acusarla, y lo mismo con nuestro ejército nacional, yo no, yo he estado con la fuerza pública en las buenas y en las malas como tiene que ser, los hemos respaldado, apoyado”. El rechazo a semejantes crímenes no debe tener matices. Frente al cobarde “plan pistola” que nos devuelve a los espantosos días de Pablo Escobar no puede haber cosa distinta que el reclamo urgente de seguridad, la exigencia de justicia y la solidaridad con las familias de las víctimas y con las fuerzas armadas como institución. Sin embargo, el rechazo absoluto de esos homicidios y el respaldo a la fuerza pública no puede confundirse con la proscripción de toda crítica y todo cuestionamiento a la policía y a las fuerzas militares. Flaco favor le hace el saliente presidente Duque a esas mismas instituciones al mirar las cosas de una sola manera. Negarse a ver los problemas de la fuerza pública impide resolverlos. Eso es muy grave porque la razón de ser de las armas del Estado es la seguridad de todos los ciudadanos. Estamos hablando de un bien público: si solo se provee a una parte de la sociedad, entonces no hay seguridad.
Los crímenes en contra de nuestros policías y soldados indignan, preocupan y entristecen, pero no borran ni anulan aquellos otros que por cuenta de la corrupción (de la cual la negligencia es una expresión), terminan siendo cometidos por quienes, traicionando su uniforme, agreden e incluso matan -o permiten que otros lo hagan- a la gente a la que tienen el deber de cuidar.
Los abusos de policías y militares existen. También existen policías y militares que son víctimas. Reconocer y denunciar lo primero no tiene porqué inhabilitar el reconocimiento y la denuncia de lo segundo. De hecho, quienes más se benefician del simplismo que promueve el presidente al confundir las cosas son las bandas criminales. Las fallas no corregidas de la fuerza pública mantienen al Estado en esa debilidad en la que consiguen medrar esas empresas delincuenciales.
Ya sea por fanatismo, ignorancia, torpeza o mezquindad, la incapacidad o falta de disposición para reconocer las diferentes facetas de nuestros problemas los agrava aún más. Admitir la complejidad de la realidad y por tanto la validez de cierta diversidad de perspectivas (ver que el dibujo es un pato y a la vez un conejo) no es hacer concesiones ni al cinismo ni al relativismo moral. Al contrario, es la interpretación simplista de las cosas la que riñe con el reconocimiento de valores universales como el respeto a la vida y a la dignidad humanas.
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