Si la muerte temprana no aparece primero, la vejez nos espera a la vuelta de la esquina. Lo peor es que nos reciba sin plata. Eso es lo que le sucede al 49,8% de las personas mayores de 65 años en Colombia: carecen de ingresos propios. La cifra, revelada por la Organización Internacional del Trabajo en octubre del año pasado, es la prueba contundente del fracaso de las reformas a la seguridad social y de la incapacidad del aparato productivo para incorporar a la mayor parte de la población a la economía formal. Un sistema pensional es viable si la razón entre jubilados y trabajadores activos es baja. Sin embargo, el ministro Carrasquilla culpa al régimen de prima media del creciente costo fiscal de las pensiones y de la regresividad del sistema en su conjunto. Propone entonces “marchitar” Colpensiones y entregar por completo el ahorro pensional a los fondos privados.
Es posible que sea necesario discutir la modificación de algunos parámetros del régimen de prima media. Sin embargo, mi opinión es que no deberían aplicarse los mismos parámetros a todos los trabajadores. Creo que se debe estudiar, por ejemplo, la opción de disminuir la tasa de reemplazo solo en el caso de los salarios ubicados en los percentiles más altos y aumentar -también en forma diferenciada según el nivel salarial- los aportes al régimen. En todo caso, el problema real no está en los parámetros sino en la precariedad de nuestro mercado laboral. Como es obvio, en la medida en que el número de cotizantes aumente menos que el número de jubilados, el sistema estará en déficit. Además, si buena parte de los trabajadores está en el desempleo o en la informalidad, no hay cómo aumentar el monto total de las cotizaciones. Según las más recientes cifras publicadas por el DANE, en las 23 principales ciudades y áreas metropolitanas la tasa de informalidad llega a 47,7%. El desempleo aumentó en abril de 2019 (10,3%) con respecto al mismo mes de 2018 (9,5%). Más grave aún es el hecho de que el desempleo aumente al mismo tiempo que la oferta laboral disminuye (la tasa global de participación cayó de 64,6% a 62,2% en el mismo período). Esto significa que muchas personas ya no figuran como desempleadas simplemente porque, desanimadas, dejan de buscar empleo y salen del mercado laboral. Más grave que el envejecimiento de la población es la falta de oportunidades laborales para los jóvenes: la tasa de desempleo juvenil en el país en abril de 2019 llegó a 23,8% (en abril de 2018 fue 22,2%). Así las cosas, buena parte de los trabajadores colombianos ni cotizan ni tienen cómo jubilarse.
Por tanto, es absurdo buscar la causa del déficit en Colpensiones y no en las enormes fracturas del mercado laboral. También es absurdo señalar que los “ricos” que se benefician con el régimen de prima media son aquellos cuyos salarios corresponden a los quintiles cuarto y quinto. El profesor Stefano Farné muestra que la mediana del ingreso familiar en el cuarto quintil es de $1’850.000 y en el quinto es de $3’750.000. Por eso la regresividad o progresividad del régimen no puede analizarse con base en quintiles de ingreso. Es necesario poner la lupa sobre los percentiles más altos.
Carrasquilla sataniza a Colpensiones y bendice a los fondos privados. A diferencia del régimen de prima media en el que la pensión está previamente definida, en el régimen de capitalización individual se supone que esta depende de los rendimientos financieros de los aportes de los trabajadores. El problema es que buena parte de esos rendimientos son apropiados por los fondos privados mediante la figura de “costos administrativos”. Por ejemplo, si el trabajador está inactivo el fondo echa mano de los abonos hechos a la cuenta del afiliado para cubrir esos “costos administrativos”. Además, el negocio de los fondos privados no se nutre solo del ahorro de sus afiliados sino también de títulos de tesorería cuyos rendimientos pagamos todos con nuestros impuestos. Mientras tanto, para muchos colombianos esa “antesala de lo inevitable, el último camino transitable” para usar el verso de Alberto Cortez, seguirá siendo un amargo trago final.
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