Cuando era profesor en la Universidad de los Andes propuse e impartí un curso electivo en pregrado sobre pobreza y desigualdad. Al salón de clase llegaron solamente ocho alumnos. Debo confesar que estaba un poco decepcionado, porque esos cursos se ofrecen a estudiantes de cualquier semestre y carrera. Ingenuamente creí que siendo Colombia un país tremendamente desigual y con poblaciones enteras sumidas en la más abyecta pobreza, el tema haría que el curso fuera muy atractivo para muchas personas interesadas en entender el problema y hacer, de algún modo, la diferencia desde su quehacer profesional. No tardé en darme cuenta de que el escaso número de estudiantes en mi clase no era tanto resultado del tema sino del profesor. No me refiero a mí sino a la competencia. Resultaba ciertamente difícil ser más atractivo como profesor que un brillante economista que había sido decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes y director del Departamento Nacional de Planeación. Un personaje ampliamente reconocido. Por ese entonces, yo no había siquiera empezado mis estudios de doctorado. Juan Carlos Echeverry, quien reúne toda clase de méritos profesionales y académicos, ofrecía un curso similar, pero con mucho más sexapil que el mío: Riqueza y Pobreza.
Echeverry es una persona agradable. Muy apreciado por sus estudiantes en la Universidad de los Andes. Eso es algo que corroboro casi todas las mañanas cuando lo escucho, en un popular programa radial de noticias, resumir con admirable sencillez y claridad sus más recientes lecturas sobre historia, política internacional, economía y hasta ciencia ficción. Sus argumentos suelen ser muy ponderados. Es una persona ilustrada y razonable. Algunas veces las personas más inteligentes, educadas y moderadas pueden decir y aún peor, promover, las cosas más absurdas. Esta semana, Echeverry defendió a ultranza el uso en Colombia de la técnica de la fracturación hidráulica para la extracción de petróleo y gas, conocida como “fracking”. Llegó a afirmar que si el país renuncia a esa técnica, estará actuando como una familia que se ve en calzas prietas para pagar la universidad de los hijos por no apelar a algunos otros activos disponibles. Según Echeverry, estamos en una situación económica crítica en la que solo podemos acudir, en las circunstancias actuales, al “fracking” o a la marihuana medicinal. Aunque de todo corazón prefiero que escojamos la segunda opción y no la primera, me parece que esa escasez de opciones tiene que ver con dos cosas relacionadas entre sí: falta de iniciativa y falta de innovación. Me resulta increíble que en plena era de la denominada cuarta revolución industrial estemos condenados a seguir extrayendo recursos naturales del subsuelo corriendo todos los graves riesgos que eso conlleva. Más increíble aún que en medio de una crisis global ambiental como la que ya atravesamos, el principio de precaución sea hecho a un lado por cuenta de afugias fiscales que son el resultado de una trayectoria económica mediocre y de la falta, precisamente, de iniciativa e innovación.
¿Cómo dejamos que la participación de la industria manufacturera en Colombia en el PIB disminuyera hasta el 11,8% a fines de 2019? ¡Un nivel similar al de 1925! ¿Cómo es posible que teniendo 22 millones de hectáreas aptas para la agricultura cultivemos apenas 7,1 millones? El sector agropecuario apenas representa el 6,18% del PIB. Eso explica que llegásemos, recientemente, a importar casi 12 millones de toneladas de alimentos. La ausencia de políticas sectoriales para la promoción de la productividad y la agregación de valor en la industria y el sector agropecuario es lo que nos tiene entrampados en la explotación del subsuelo. Nuestra vocación rentista siempre ha doblegado a nuestra vocación productiva. En eso, para nuestra desgracia, somos buenos herederos del Quijote: “el no vivir de rentas no es trato de nobles”. La vocación de nuestras élites no es solo la de un liberalismo defectuoso que en lugar de contener al Estado lo atrofia, sino también la de una actitud rentista que, en lugar de innovar para buscar nuevas formas de producir nuevos productos, busca alternativas autodestructivas. Profesor Echeverry Garzón ¿cómo se le ocurre decir que el fracking es nuestra única opción? En mi clase había más iniciativa.
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