El otro día estaba leyendo un libro escrito en 1978 de la industria donde trabajo, del corretaje de reaseguros. Me llamó la atención una frase, decía: “el principio de buena fe de los reaseguros describe una relación honesta entre dos caballeros animados de buenos propósitos”.
Era claro que faltaba algo, no era una precisión técnica ni un desacierto en un concepto. Alguien olvidó incluir a la mitad de la población global; la palabra “damas”. Es increíble para un joven ver que hace pocos años excluíamos de los negocios a las mujeres, perdiendo un potencial infinito de crecimiento económico y empresarial. Pero eso era antes.
Las mujeres llevan 60 años creciendo ininterrumpidamente en tasa y cantidad de empleos; de 1955 a 2015 pasaron del 40% de empleadas al 70% mientras que los hombres bajaron del 95% al 83% (OECD). La cantidad de mujeres que son presidentes de las empresas más grandes del mundo (Fortune 500) ha subido constantemente, de hecho, en 1995 (el año en que nací) no había ni una sola. ¡También se están acabando las empresas que tienen juntas directivas solo de hombres! (Bloomberg). La diferencia salarial entre mujeres y hombres se ha reducido progresivamente en casi todo el mundo, tanto la diferencia ajustada como absoluta (OECD).
Y eso para las mujeres no fue gratis, una cultura de equidad ha logrado que en los últimos 80 años hayan tenido una constante reducción de la carga en el cuidado de los niños. De 1965 a 2010 pasaron de tener el más del 90% a tener más o menos la mitad, mientras que los hombres han subido constantemente a un 30% (el restante es ayuda externa a los padres).
No fue gratis tampoco en educación. Cada vez son más (hoy inclusive mayoría) las mujeres que están obteniendo doctorados, sobre todo en biología, química y matemáticas (APS Phyics). Tampoco en política, Colombia es uno de los países de América Latina con más mujeres en el gabinete ministerial (CEPALSTAT, Naciones Unidas), con aumento constante. En la lectura voluntaria tampoco, en Colombia el 55,2% de las mujeres tienen el hábito de lectura, mientras que solo el 48,9% de hombres lo tiene (DANE). Acá las mujeres también tienen menor tasa de analfabetismo, con una diferencia amplia en la población joven (DANE).
Las cosas mejoran, pero falta. Las estadísticas de violencia femenina en Colombia son altísimas. El porcentaje de trabajo en casa aún no se acerca a niveles similares de los hombres y la remuneración aún es desigual. En cultura estamos cortos: un estudio de la Universidad de Northwestern muestra que en la Corte Suprema de USA las juezas son interrumpidas tres veces más frecuente que los jueces. Esta diferencia es muy relevante porque en perspectiva, vemos que también hay diferencias en el número de interrupciones de acuerdo a qué tanta experiencia tiene el juez, pero castigamos con interrupciones 30 veces más fuerte a las mujeres que a jueces con poca experiencia.
El camino es largo, pero viene una avalancha de optimismo. Pronto tendremos una generación cuyas mujeres se formaron más y mejor que los hombres. Continuará la tendencia de menos machismo y será una generación entera de mujeres que no les pasa por la cabeza que la ingeniería y el trabajo en casa son asuntos de género, sino de preferencia.
Gústele o no al presidente, al alcalde o al opinador, a los fatalistas o a los optimistas, el presente es un camino a la equidad. Y el futuro, pues #TheFutureIsFemale
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