La noticia apareció a finales de la semana pasada, pero, como suele suceder, quedó sepultada en medio de otras más urgentes. Sin embargo -como suele suceder también con ese tipo de información-, logró captar la atención de algunos comentaristas radiales y periódicos digitales que la mencionaron como una curiosidad más, algo que todavía está muy lejos de este lado del mundo y que se mira, más bien, como un ideal poco realista.
No deja de ser curioso, digo, porque lo cierto es que resulta más importante de lo que parece: una empresa española llamada Software Delsol, se convirtió en la primera compañía de su país en implantar la jornada laboral de cuatro días con el fin -dice la nota del periódico-, de “permitirles a sus empleados que disfruten un mayor tiempo con sus familias y mejoren su calidad de vida”. Y un detalle importante: sin bajarles el sueldo.
No es la primera empresa que experimenta con el tema, pero sí una de las pocas que lo ha hecho oficial. Ya una compañía neozelandesa hizo la prueba durante algunos meses y concluyó que “no hubo cambios en el desempeño laboral”, y que, en cambio, los empleados “diseñaron una serie de innovaciones e iniciativas para trabajar de una manera más productiva y eficiente”. Lo mismo sucedió con una empresa japonesa, que concluyó algo similar.
Es cierto que la jornada laboral de ocho horas -que surgió a principios del siglo XX como consecuencia de la Revolución Industrial y costó varias de esas huelgas y protestas violentas que tantos critican, pero de las que se han beneficiado, miren si no-, sirvió, en su momento, para regular unas jornadas inhumanas de 12 horas o más, pero también lo es que el crecimiento desbordado de la tecnología ha borrado fronteras y, en muchos casos, parece habernos regresado en el tiempo. ¿O a cuántos de ustedes no les toca sufrir un jefe que les escribe mensajes un domingo en la mañana para hacer cualquier cosa de última hora, luego de haberlos tenido hasta tarde toda la semana en la oficina?
Como sea, si una cosa revela esta noticia es que la naturaleza del trabajo, al menos como lo conocemos hasta ahora, está cambiando. Sobre todo en las ciudades grandes, en las que el tráfico es una pesadilla y un empleado medio puede perder hasta cuatro horas del día desplazándose a su trabajo, es urgente implementar reformas que les permitan a los empleados tener una mayor calidad de vida. Como lo revelan estos experimentos incipientes, una mejora en ese aspecto trae consigo otras consecuencias benéficas para todos, empleados, jefe y empresa: mayor compromiso, mejor productividad, más innovación.
A ver si así nos quitamos, de una vez por todas, esa estúpida creencia de que quedarse hasta tarde en la oficina es sinónimo de ser un empleado modelo.
Posdata: ¿No es hora ya de que empecemos a quitarle protagonismo a la temporada taurina de la Feria? No estaría mal que la gente dejara de identificar la festividad más importante de la ciudad con una tradición anacrónica por donde se mire. ¡Piénselo, alcalde!
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