La semana pasada, una hija de Gustavo Petro, Sofía, se tomó la molestia de contestar una columna escrita en este diario por un personaje que la acusaba -sin ningún argumento válido-, de no merecer la beca que había ganado para estudiar en una universidad europea. O eso fue lo que entendí después de leer a un señor que ni siquiera merece ser nombrado, para qué. Como sea, lo que me llamó la atención de su respuesta fue la aclaración final, que a estas alturas nadie tendría que seguir haciendo, pero que aun así toca, qué vaina: le dice Sofía al columnista que “ser socialista no significa querer que todos vivamos en la pobreza”, ni tampoco “empobrecer al rico”, sino, simplemente, “enriquecer al pobre”.
Eso que parece tan sencillo, tan básico, tan elemental, es algo que muchos todavía no entienden y que, llevados por el miedo a eso que llaman dizque “castrochavismo” o “comunismo”, se empeñan en seguir satanizando. Es casi un chiste que a estas alturas del partido, con la Guerra Fría tan lejos y el evidente fracaso de ese sistema económico, sigamos creyendo que el comunismo está a la vuelta de la esquina. Y es más gracioso aún -esto sí que no lo entiendo, perdónenme-, que haya tanto millonario con poder convenciendo a otros en una situación menos aventajada de que lo mejor sigue siendo la privatización, el mercado sin regulaciones, el individualismo y la riqueza a costa de todo. Estamos como estamos por culpa de este sistema, pero seguimos dirigiendo el miedo a una cosa intangible.
Es curioso que el fantasma del comunismo siga metiendo tanto miedo, cuando ya debería ser como el inofensivo espíritu de Canterville en el cuento de Wilde. Todo este berrinche y esas ganas de infundir pánico me hacen pensar en lo que está pasando ahora mismo en Estados Unidos con Bernie Sanders, un socialdemócrata que tiene a buena parte de la población gringa con los pelos de punta por defender cosas tan elementales como la educación de calidad gratuita, el acceso a la salud o impuestos a los más ricos. ¿Por qué no habríamos de querer esas cosas? Y, sin embargo, mencionar la palabra “socialista” en ese país es casi como invocar al diablo, y por eso es casi seguro que, de ganar Sanders la nominación demócrata, Trump repetirá mandato sin despeinarse su peluquín.
Al final resulta de una ingenuidad infantil creer que, por ser hija de Gustavo Petro, Sofía no puede aspirar a una beca fuera del país o tiene necesariamente que vivir en la pobreza: querámoslo o no, todos estamos metidos de cabeza en un sistema capitalista. Pero ese lugar común tan fácil con el que nos meten miedo funciona muy bien. A mí no me gusta Petro, ni me parece la persona indicada para llevar adelante el cambio que este país necesita, pero sí me identifico con muchas de sus posturas. En cualquier caso, no creo que una hija suya deba rechazar una beca, ni mucho menos tenga que vivir en este país porque sí. ¡Lo que hay que leer! Aunque espero, de verdad, que no me toque volver a hacerlo jamás.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015