Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
A dos días de jugar una final los directivos del Medellín licenciaron a J.J. Peláez luego de caer ante Junior, el equipo con mejor ataque del país. No le perdonaron los descuidos defensivos, ni les importó la recuperación que venía observando el colectivo.
Adujeron insatisfacción con el proceso Peláez, y que era sano prescindir de sus servicios retando el resto del torneo, en hecho de aparente ligereza que contrasta con la falta de acción en el Once Caldas que está en peores circunstancias.
Para confrontarlo con cifras, cuando el DIM excluyó a su entrenador el rendimiento era del 42%. En Once Caldas el producido es del 35%, aunque en defensa de Maturana está clara la diferencia entre una nómina y otra.
La pregunta es quien obra de manera acertada, el que toma decisiones -así sean arriesgadas- pensando en un cambio como hizo el Medellín, o el que cree que haciendo lo mismo se puede mejorar, que es el planteamiento acá.
Pero no es por convicción, los dueños del Once Caldas están maniatados por un contrato hasta diciembre de 2018 que está blindado, y que únicamente se evita pagarlo en su totalidad si hay dimisión por parte del estratega.
Tengo un especial cariño por Maturana como hombre de fútbol, por sus creencias, sus postulados, sus éxitos, su figura, y sé que muchos piensan igual, por lo que duelen más los improperios, los insultos y el maltrato a que se está sometiendo.
La verdad, sin sentido vivir una situación tan tensa -y si es por plata menos- cuando por respeto a ese pasado debe aceptar su fracaso hasta ahora -‘No vine a quedar 16’, dijo- y con cabeza fría determinar la conveniencia de su permanencia.
Los números, la propuesta, la posición en la tabla, la no clasificación, el patrón de juego, la incredulidad, la confianza afectada, son razones para entender que esto no camina, y que el daño puede ser irreparable de seguir como va.
Las posibilidades de crecer son mínimas, el plantel no da más, y sin resultados su imagen y prestigio continuarán deteriorándose, y no creo que valga la pena, aparte de que facilitaría
las cosas para un giro que parece necesario e inevitable.
Lo "bailao nadie se lo quita" y el que las cosas funcionen mal no quiere decir que sea ineficiente, pues ganar o perder es inherente a esa carrera, y es sabio escoger el momento para marcharse, ya que no lo pueden sacar.
Y es que el asunto trasciende lo personal, el Once Caldas está muy comprometido y hay que salvarlo a como dé lugar así el operativo tenga un alto costo. El fútbol es más que historia, es presente, y hay que ejecutar antes de que sea tarde.
El editor de deportes de este diario, Osvaldo Hernández, publicó ésta semana puntos coincidentes de la mala campaña, y uno de ellos es la inversión sin retorno, refiriéndose al incremento en el costo del equipo para traer a Maturana.
Se pasó de 9 mil a 14 mil millones de pesos, lo que disculpa a los propietarios que tuvieron la intención y gastaron, poniendo las cargas sobre el estratega, en indicativo de que la apuesta no salió, existiendo otros culpables: los jugadores.
Es hora de avizorar el 2018 con un plantel remozado que salga del apuro, lo que en buena medida dependerá de la voluntad del técnico allanando el camino, y de los accionistas generando recursos que permitan una trasformación llamativa.
Es por dignidad, decoro y respeto. El Once Caldas como institución está por encima de cualquier apetito particular, y es tarea de todos mantenerlo en la máxima categoría. Se ha sufrido bastante, y no hay nada... ¡Es tiempo de cambio!
Hasta la próxima…
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