Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Luctuosos días para las huestes blancas. Triste el asesinato en Jamundí, Valle, de Jair Abonía, un extremo habilidoso y veloz que integró al entonces Once Philips del 93 que se coronó campeón del torneo apertura, que para esa época no otorgaba título.
Dirigido por el ‘Piscis´ Restrepo, y sobre las ruinas del antiguo Londoño Londoño, ese equipo que también tuvo a Oscar Córdoba, Luis Quiñones, Daniel Tilger, Fabián Martínez, Miguel Asprilla, entre otros, venció 3-2 al Junior en el último partido.
Sino trágico de ese plantel, pues aparte de Abonía se recuerda que Oswaldo Santoya, un central sanandresano hundido en las drogas fue encontrado sin vida en Guatemala, y que el volante Martín Zapata fue acribillado por asuntos pasionales en Cali.
Volviendo al tema inicial, en Tuluá falleció por causas naturales Julio Torres, un lateral de los setentas, y hace un mes Mauricio Martínez de los noventas, en un accidente sobre su bicicleta en el viaducto de la estampilla. Paz en sus tumbas.
En el campo deportivo, así lúgubre es el trasegar del Once Caldas actual -pobre y anodino- observándose en cada jornada un equipo sin alma, al que pareciera que se le hubieran agotado las ideas y las ganas de jugar al fútbol.
‘Si la muerte pisa mi huerto’ tituló Serrat -símbolo cuando se vota hoy un referendo en el que Cataluña busca desconectarse de Madrid- una canción en la que pregunta sobre sus dolientes, y el destino de sus querencias en caso de llegar la hora final.
Haciendo el símil, y luego de ver al Once Caldas de tumbo en tumbo -con discretas presentaciones y malos resultados año tras año- también vale indagar qué está pasando con la pasión del hincha, y hasta dónde se va a llegar.
Hay muchos que están ahí, llueva, truene o relampaguee, hay otros que exigen y alimentan su interés, según la campaña, y unos más, desentendidos, que solo se tocan cuando se está arriba y el Once Caldas es noticia buena.
Advirtiendo que todas las posiciones son válidas porque es un espectáculo y como tal su valoración es indeterminado, preocupa sí la falta de convocatoria que se está generando y la forma como va cediendo terreno entre el público.
A nivel país, consenso general de un conjunto sin gracia, del que ni siquiera se discute si hace parte del lote de los grandes porque sus cifras lo condenan. En el plano local y sus seguidores en Colombia, apatía, desencanto y resignación.
Los propietarios dedicados a sus negocios particulares, los directivos sin norte definido, los jugadores perdidos en sus veleidades -indolentes ante la situación- y el técnico discutido mezclan un cóctel insípido, poco embriagador.
Factores que derivan en distanciamiento, reflejado en inasistencia al estadio, y más grave aún, en abandono, que empieza a percibirse como fenómeno creciente, según los bajos índices de audiencia en televisión cuando juega el Once Caldas.
La floja producción en el campo, la ausencia de figuras y la certeza de que verlo jugar no es divertido, están atentando contra la institución más representativa y querida de la ciudad, y es necesario ponerle freno.
Varias temporadas dando palos de ciego, es tiempo de un giro radical, de ahuyentar los malos presagios, revivir el vigor, la garra y el juego. No es la hora final, pero hay que reinventarse para recuperar vida y prestigio, y reconquistar el cariño de los hinchas.
P.D. Hace 2 años propuse desde ésta columna un aviso en las afueras del Palogrande que recuerde que el Once Caldas fue campeón de la Libertadores. Emocionante entrega de la copa al ‘profe’ Montoya. ¡Cosa grande por Dios! y aquí creo que ni lo dimensionamos.
Hasta la próxima…
Twitter: @macotal
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Los propietarios dedicados a sus negocios particulares, los directivos sin norte definido, los jugadores perdidos en sus veleidades -indolentes ante la situación- y el técnico discutido mezclan un cóctel insípido, poco embriagador.
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