El 20 de junio vencerá el plazo de 100 días otorgado al presidente de Dimayor, Jorge
Enrique Vélez, para que presente el contrato firmado con la televisión internacional.
60 millones de dólares -o al menos un anticipo- esperan los clubes, varios de ellos con los dientes afilados para ir por la cabeza del dirigente antioqueño si no cumple.
Pugna interna agravada por la parálisis del torneo que los tiene maniatados, sin ingresos ni competencia, y con un futuro alarmante porque la decisión no les corresponde.
Es decir, el fútbol, que antes menospreciaba a los gobiernos nacionales con su arrogancia, hoy está sometido, y depende del pulgar arriba de las autoridades sanitarias.
Ese, que continuamente miró de reojo a las demás disciplinas por exitosas que fueran y la gloria que le dieran al país, cedió importancia frente a la realidad de la vida.
Pero no es culpa del fútbol; su imponencia es natural, no hay lugar del planeta donde no ruede la pelota, ni felicidad mayor que disfrutar sus emociones en un estadio.
Mueve masas como espectáculo de multitudes, genera sensaciones indescriptibles, y sus estrellas se convierten en celebridades alcanzando cifras astronómicas.
Nada, dentro de las cosas simples, se compara con el triunfo del equipo amado, ni el verlo vencedor en un clásico regional, o estar presente al ritmo de una vuelta olímpica.
La responsabilidad es de quienes lo orientan, convertidos en faraones, y que camuflados en las millonarias sumas que produce la industria creen poseer dones especiales.
Festival de vanidades y prepotencia, porque como decía Grondona -según la serie El Presidente- los dirigentes somos los únicos que vivimos por siempre del fútbol.
Ojalá el aterrizaje de barriga provocado por el virus precise cambios, y este 'cimbronazo' sirva para bajarle intensidad a quienes se creen superiores detrás del balón.
‘Si se meten con nosotros los intervenimos y los aislamos’ retaban antes del fifagate que puso en su sitio a muchos hoy bajo tierra, o en cárceles sindicados como bandidos.
‘Somos más grandes e influyentes que la ONU’ se escuchaba en esas reuniones lujuriosas en medio de rampante corrupción, en las que feriaban suculentos contratos.
Recurrente entonces que a Jorge Enrique Vélez le saquen en cara su famosa frase: ‘Si
quieren fútbol por televisión abierta, a qué cuenta les mandamos la factura’.
Total, un ‘tatequieto’ que quizá sirva de algo, aunque el poder del dinero, la egolatría
humana y las pasiones malsanas son indomables.
Porque duele ver los estadios vacíos, aburren los domingos rutinarios, y los lunes sin el postpartido que origina vanas discusiones y largas charlas.
Silencio que le restó protagonismo a la tv deportiva que vio desplomarse su audiencia porque las repeticiones no son suficientes, por más que vendan la idea contraria.
Los espacios radiales se llenaron de nostalgia con figuras del pasado tratando de tapar el hueco de las noticias, en tanto que los clubes pasaron a segundo plano.
Una liga que volverá solo por televisión, apurada para poder cumplir con los clientes publicitarios, y a lo que nos tendremos que acostumbrar porque difícilmente los eventos masivos con público tendrán desarrollo, al menos en el corto plazo.
Hasta la próxima…
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