Amparado en los miles de millones que genera la industria, y en la imagen de la selección mayor, el fútbol colombiano se mueve entre papelones, escándalos y desprestigio.
Las demandas de las chicas que salvaron su torneo contra la corriente, y las acusaciones de acoso en torno al arbitraje, fueron el abrebocas de lo que se venía en lo deportivo.
En un país en el que una denuncia tapa otra, pasamos la vergüenza del escritorio a la cancha, tanto en categorías menores como con los clubes en copas internacionales.
La Sub-17 se despidió del Sudamericano de Perú con cuatro derrotas, y la juvenil -que obtuvo cupo para el Mundial- fue una murga con jugadores grandotes, lentos y torpes.
Y en la Libertadores, a Nacional y Medellín los borraron en primera ronda antes del bochorno de Junior, eliminado en 4 juegos, sin puntos, sin anotar y recibiendo 7 goles.
Resta Tolima, que pareciera ya sentenciado -peluche tirando a oso- porque está por detrás de Paranaense y Boca que difícilmente van a ceder sus plazas.
O sea, igual que en las dos temporadas anteriores, a Colombia le quedó grande la Copa -cruda realidad con trasfondos- y eso sin hablar de la otra que jugó el Once Caldas.
No es problema de plata, Nacional y Junior invierten, tienen plantillas lujosas y hacen sus mejores esfuerzos, lo mismo que Medellín y Tolima, más moderados en los gastos.
Habría que buscar entonces razones del fracaso, y en ese ítem entrarían en materia de investigación, fundamentación, mentalidad, espíritu de lucha, entrega, y hasta convicción.
Y la labor de los entrenadores, no cualquiera está para ejercer, los directivos se calientan fácilmente sin detenerse en proyectos, y el tema de la capacitación despierta preocupación.
Lo de Luis Fernando Suárez con Junior es patético, sus charreteras, la supernómina que le dieron, las comodidades, y que no alcance para una campaña decente, carece de sentido.
Formarse no es estar en un set de televisión ocupando plazas que no les corresponde. A Gerardo Bedoya le dieron la oportunidad, y en 10 juegos por Liga nunca ganó con Santa Fe.
A Juan José Peláez nadie lo mira, y ya no posa como analista sino como periodista, usurpando terrenos de otros profesionales.
A John Bodmer, para muchos buena promesa, lo echaron de Jaguares con cifras paupérrimas, Dayron Pérez no pudo con Huila, y Carlos Giraldo apenas hace pinitos con Bucaramanga.
Rampante además el desempleo entre quienes han sido campeones, Javier Álvarez, Óscar Quintabani, Hernán Torres, Jaime de la Pava, Wilson Gutiérrez, Diego Umaña, Pedro Sarmiento, Cheché Hernández, y el mismo Peláez.
O seleccionadores como ‘Chiqui’ García, Francisco Maturana o Leonel Álvarez, hoy en el cuarto del olvido.
Definitivamente para salvar de la mediocridad al fútbol colombiano hay que comenzar por ahí, lo vergonzoso es que los federativos no piensan en eso, mientras que al país siguen llegando aventureros que no dejan nada.
Por eso hay que cuidar a Bodhert, gran técnico en potencia, descontaminado, que este año ha bailado con la fea, con mucho por aprender, y que puede marcar un nuevo principio. Pero es hora de hacer algo más porque vamos de espaldas al barranco.
En la tarde del sábado contra Jaguares, si ganó Once Caldas llegó a 24 puntos acercándose a la clasificación, y ojo, en curva alta de rendimiento en un torneo irregular, sino, todavía hay tiempo.
Hasta la próxima…
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