Mario César Otálvaro
@macotal
El país de las sonrisas, el que se une por una causa, el que disfruta los logros de sus hijos, fue el que celebró en Milán el domingo la maglia rosa del cundinamarqués Egan Bernal.
Esa nación que todos queremos, comprometida, llena de talentos silvestres que a fuerza de empeño, lucha y sacrificio encienden el orgullo patrio y el sentimiento por lo nuestro.
La misma que reclama mayores acciones, gente trabajadora deseosa de sacarlo adelante, y que inspira mensajes de solidaridad y transparencia.
Días de sosiego pegados a la televisión hasta verlo coronar con éxito una carrera regia, no exenta de dificultades, que nos pone en la cima de la gloria con pedalazos desde el alma.
Inmenso Egan Bernal, mental y físicamente, con un impresionante derroche de energía, y un amor propio único con el que vence a sus rivales internos, y en carretera.
La bandera en lo alto, y la figura de este hombre con escasos 24 años que ya ganó dos de las grandes, sin límites, y que va por más porque sabe lo que tiene.
Es la historia de un corredor de Zipaquirá, que siguió los pasos de Ramón Hoyos, Cochise, Lucho, Parra, Niño, Botero, Nairo, Rigo, y todos aquellos que se la jugaron por Colombia.
Qué gran victoria en momentos ásperos de la vida nacional, y un oasis en ese mar de confrontaciones que nos tiene en bandos diferentes con una meta lejana que ojalá crucemos sin muchas laceraciones.
Giro y Tour convierten a Egan Bernal en leyenda, como sucedió con Nairo Quintana, triunfador en Vuelta y Giro, y con Lucho Herrera, el pionero, y rey de la ronda ibérica.
Y unas líneas para su gregario Daniel Felipe Martínez, quien como lo expreso un diario en su editorial "levantando el puño recordó que hay momentos en los que es más valioso sumarse a un propósito común que buscar a cualquier precio el éxito individual".
Es el ciclismo que sentimos propio porque sus protagonistas encarnan un pueblo hastiado con la violencia, que encuentra solaz en estos ídolos de carne y hueso.
Lo mismo que esperamos del fútbol, y que se nos niega por la actitud de sus practicantes, con equipos acostumbrados a no proponer, cuya estrategia es quemar tiempo y simular faltas, plan mediocre respaldado por algunos de sus entrenadores.
Comparaciones a las que no se quisiera llegar, pero inevitables frente a la realidad, y lo que nos espera con una selección sin una formación tipo, y clubes eliminados vergonzosamente de las copas internacionales.
Unas de cal, otras de arena, y una liga que exige una revisión exhaustiva con reformas a partir de lo dirigencial hasta evaluaciones concretas del trabajo en la base.
Basta con mirar al Once Caldas, preguntándose qué variables, aparte de las económicas imperan en el afán de volver a ser competitivos, sin hallar un proyecto deportivo que lo alimente.
Contrataciones a bajo costo que son apuestas, no soluciones, y una idea poco clara ante lo que se quiere, buscando resultados por arte de magia.
Hasta la próxima…
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