Una de las palabras que el Covid 19 ha sacado a la luz es ‘vulnerabilidad’. Empecemos por revisar su origen y significado según la Real Academia -RAE-: ‘del latín vulnerabilis, que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente’. Como las heridas generan dolor, la mayoría, por no decir todos, las evitamos; si por alguna razón nos hieren, tratamos de hacernos los fuertes y aparentar que nada pasó, negamos el dolor o el sentimiento que nos genera la herida. Me pregunto si existirá algún ser humano que no tenga la posibilidad de ser herido física o moralmente. La insensibilidad al dolor físico se asocia con una enfermedad hereditaria llamada ‘neuropatía sensitivo autonómica’; mientras que, la insensibilidad emocional o moral hace referencia a personas apáticas, indiferentes, desconectadas, y tal vez, con una coraza tan fuerte que no se dejan tocar por lo que pasa a su alrededor, lo que también podría catalogarse como un tipo de trastorno psicológico o mental. Si, como seres humanos, todos estamos expuestos a las heridas y al dolor, ¿por qué nos cuesta tanto admitir que somos vulnerables?
Cuando el papa Francisco vino a Colombia en 2017, estuvo con un grupo de niños y jóvenes en situación de discapacidad; una niña se acercó y le dijo ‘queremos un mundo en el que la vulnerabilidad sea reconocida como la esencia de lo humano (…)’. El papa resaltó las palabras de la niña y agregó: ‘la vulnerabilidad debe ser respetada, acariciada, curada, en la medida de lo posible, y debe dar fruto para los demás; porque todos somos vulnerables. Al terminar dijo: ‘Por favor no se olviden de rezar por mí, porque yo soy muy vulnerable’.
Las premisas de un desarrollo enfocado en generación de riqueza, incremento del producto interno bruto y competitividad nos llevaron a este sitio donde el éxito es sinónimo de resultados económicos, competencia y poder, donde no hay tiempo para la pausa, el silencio y el encuentro significativo con los otros. El Covid 19 está mostrando, no la fragilidad de los adultos mayores, de los diabéticos o de los que tienen deficiencias en su sistema inmunológico, sino la fragilidad de todos. Una sociedad que se olvidó del ser humano y creyó que era posible tener calidad de vida dejando a un lado a los que no eran productivos; pensó que educar era desarrollar competencias y capacidades intelectuales, dejando en un segundo plano los temas relacionados con las competencias emocionales y espirituales, que nos conectan con nosotros y nos permiten salir al encuentro del otro. La vulnerabilidad no es sinónimo de pobreza, escasez y limitaciones, es sinónimo de incertidumbre, riesgo, y exposición emocional. Lo curioso es que, como dice la socióloga Brené Brown, todas las historias de valentía que cada uno puede contar están asociadas a momentos de incertidumbre, donde nos hemos atrevido a correr un riesgo, aun sabiendo que podíamos equivocarnos o fracasar, sintiendo miedo y tal vez vergüenza, pero lo intentamos y eso nos permitió crecer.
Construir un mundo más humano empieza por derrumbar algunos mitos sobre la vulnerabilidad: i) es debilidad; no, la vulnerabilidad nos permite reconocer que podemos correr riesgos y equivocarnos y está bien; no somos perfectos y, si nos atrevemos, podemos aprender; ii) los otros son vulnerables. Vulnerables somos todos, no importa si lo reconocemos o no; siempre podemos caernos y equivocarnos, y también podemos volver a levantarnos; iii) puedo solo; no, necesitamos ayuda, sentirnos acompañados, cuidados y protegidos, lo que nos hace más fuertes para tomar riesgos; iv) primero confianza y después vulnerabilidad; no es del todo cierto, cuando nos mostramos como somos generamos confianza en el otro; las corazas endurecen, generan distancia e impiden construir relaciones sólidas; desde la confianza también nos abrimos a la vulnerabilidad. Aceptar y reconocer la vulnerabilidad es permitirnos sentir, reconocer lo que sienten los otros y conectarnos desde el corazón, para avanzar juntos en la construcción de un mundo más solidario y humano ¿Cuáles son los momentos en los que nos hemos sentido más valientes? ¿Podemos reconocer que fueron momentos de incertidumbre, riesgo y tal vez miedo o vergüenza? ¿Y si reconocemos lo que estamos sintiendo hoy? ¿Qué nuevas posibilidades aparecerían?
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