Hoy llega el papa Francisco a Colombia y parecería que, no solo es un personaje muy taquillero, sino muy controvertido; algunos están muy preocupados y hasta molestos por la importancia que se le da a su visita; otros están preocupados por las cifras y su impacto en la economía; otros, por el carácter político que pueda tener la llegada del jefe del Estado Vaticano; tal vez, otros estén incómodos por la contundencia del mensaje de paz que traerá el pontífice; y, es posible que algunos se queden callados, por temor a estar en desacuerdo con las personas de su grupo.
Me parecen sospechosas, por no decir un poco falsas, las relaciones en las que hay que evitar temas para no generar conflicto; si realmente hay respeto, valoración y afecto hacia el otro, pensar diferente no debería ser un problema y por el contrario sería enriquecedor mirar la realidad con los anteojos del otro. Muchos decimos que sí, pero a la hora de sentarnos frente a ese que piensa diferente parece que se nos olvida toda la teoría; creo que eso es parte de lo que nos pasa frente a la visita del papa. Para aportar al contexto, quisiera revisar algunas cifras interesantes.
El papa es el jefe de Estado del Vaticano, un territorio con 0,44 kms2 y una población aproximada de 850 personas; sin embargo, se calcula que la población católica en el mundo, que lo considera su líder religioso, es de 1.285 millones de personas, que corresponden al 17,7% de la población mundial. Según cifras del Pew Research Center, los cristianos, incluidos católicos y cristianos de otras denominaciones, son el grupo religioso más grande del mundo, con 2.265 millones de personas; América sigue siendo el continente con la mayor cantidad de católicos en el mundo.
De acuerdo con las cifras entregadas por el Vaticano en 2017, Colombia aparece como el séptimo país con mayor número de católicos en el mundo; con un 80% de bautizados que se declaran católicos; y, sin embargo, el número no es importante, basta con recordar que, en su época, Jesús solo escogió 12 apóstoles para que se encargaran de entregar la verdad al mundo.
Jorge Bergoglio es el primer papa Latinoamericano de la historia, desde el primer día de su pontificado ha transmitido un mensaje coherente de sencillez, cercanía, interés por los excluidos y marginados de la sociedad. Un hombre que se ha dedicado a recorrer el mundo para restablecer relaciones que estaban totalmente fracturadas. En septiembre de 2016, reunió en Asís -Italia, a líderes de diferentes religiones: ortodoxa, anglicana, islam y judaísmo, para pedir por la paz del mundo; parte de su discurso dice: ‘Nuestras tradiciones religiosas son diversas. Pero la diferencia no es para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de frío desapego. Hoy no hemos orado los unos contra los otros, como por desgracia ha sucedido algunas veces en la historia. Por el contrario, sin sincretismos y sin relativismos, hemos rezado los unos con los otros, los unos por los otros’.
Cuando veo el ruido que suscita la venida del papa, no puedo dejar de pensar en Jesús de Nazareth, cuando se paraba en la plaza pública a decirles la verdad a los jefes de las sinagogas, publicanos, escribas y fariseos que habían perdido el verdadero sentido de una ley que, basada en el amor, debía construir una sociedad para todos; había que matar al que era una amenaza para el sistema político y social de su época, porque además el pueblo le creía, por eso lo crucificaron. ¿Estamos dispuestos a abrir el corazón para escuchar este mensaje de fraternidad, este llamado para poner el perdón y la reconciliación en la agenda de paz de nuestro país, de nuestras comunidades, de nuestra vida? Qué pasa si, sin importar su credo religioso, se atreve a escuchar y como decía un columnista ‘se deja sorprender’ por el testimonio de alguien que, desde el idioma universal del Amor, ha dedicado su vida a ocuparse de los más vulnerables.
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