Hay muchos factores que inciden en la toma de la decisión sobre por quién votar para un cargo público, a mí me gusta hacer el ejercicio, hasta donde sea posible, de dejar de lado la emocionalidad: lo cual excluye los cálculos sobre la posibilidad del candidato de ganar y, en esta primera fase, el voto en contra, salir a votar berraca o con miedo. Con este contexto, evaluó lo que representa el aspirante, lo que propone y su carácter. Con base en esos tres elementos he decidido que mi voto el próximo 27 de mayo será por Humberto de la Calle.
De la Calle representa a los liberales (no confundir con el Partido Liberal del que hablaré después), que parece que estamos en vía de extinción en este país, ese, por sí solo, es un elemento importante para apoyarlo. Defiende y propone la idea de que el Estado debe ser pequeño y que la organización de este debe estructurarse desde las libertades humanas, por lo tanto, lo público debe ser laico y dejar en la esfera privada las decisiones personales sobre las cosmovisiones, gustos y preferencias. También es liberal en su idea de concebir un Estado pequeño que interviene el mercado solo en los aspectos donde este demuestra falencias que deben corregirse. Por eso, uno de los temas transversales de su programa de gobierno es luchar contra la desigualdad. Ese espíritu liberal de De la Calle se ha visto reflejado en la Constitución de 1991 y en el proceso de paz con las Farc, dos momentos importantísimos para el desarrollo político, económico y social del país en los que este señor ha jugado un papel fundamental.
Desafortunadamente, en este caso, De la Calle también representa al Partido Liberal que en los últimos años no ha sabido defender una agenda pública liberal y que se ha convertido en una mezcla de ideologías políticas con el ánimo de conseguir cuotas de poder. Con apoyos bastante cuestionados, por cierto. En el Partido Liberal colombiano han militado desde Álvaro Uribe Vélez hasta Piedad Córdoba y Vivian Morales. En estas elecciones, el director del Partido ha tomado la decisión de secuestrar a De la Calle, que sí es un verdadero liberal, para ofrecer los votos de los congresistas del Partido Liberal al Centro Democrático, que hoy representa una opción política ultraconservadora. Aquí hay quienes dicen que De la Calle pecó de incauto y se dejó manosear de Gaviria. Mi lectura con relación a la candidatura de De la Calle desde el Partido Liberal es la creencia de este último de la importancia democrática de robustecer las instituciones, en lugar de lanzarse por las populares firmas, que seguro lo hubieran desligado de los cuestionados compromisos del grupo político, otro argumento que sustenta mi voto. Finalmente, la estrategia salió mal: quedó sin el apoyo del Partido, cargando con lo peor del mismo y sin la posibilidad de fortalecerlo. Nuevamente, pudo más el poder del zorro expresidente que el perfil de estadista del candidato.
El plan de gobierno de De la Calle está estructurado desde la perspectiva de solucionar las inequidades, los vacíos, las debilidades institucionales que han sido y son las causas de la violencia en Colombia. En ese sentido, la lucha contra la desigualdad es un tema transversal en sus propuestas que están encaminadas a mejorar la situación del sector rural colombiano, mediante alternativas productivas con respeto por el medio ambiente, empoderar a las mujeres y otros grupos minoritarios, fortalecer la descentralización, combatir la corrupción, mejorar el acceso y la calidad de la educación, la justicia y la salud. Su plan de gobierno, que es realista, serio, plausible y ajustado a la realidad del país, ha salido siempre bien calificado en distintas revisiones de expertos.
Cuando se habla de su carácter, es importante resaltar que es el único estadista de la contienda presidencial, no solo por su conocimiento del mismo, sino por su creencia sobre el rol político, económico y social del Estado. Tiene una identidad política definida, su preocupación por los temas públicos trasciende sus vanidades e intereses personales, es reflexivo, respetuoso, conciliador, paciente, sosegado pero enfático, sincero y franco. Por Humberto de la Calle se vota sin miedos, con la tranquilidad de que es la mejor opción entre los cinco, con la esperanza de que algún día tengamos un presidente de su talla.
La ñapa: es caldense.
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