Estas elecciones fueron pacíficas, sí, no nos matamos por nuestras ideas; por primera vez en muchos años, los candidatos pudieron ir a la plaza pública, caminar las calles de los municipios, los ciudadanos pudimos decir lo que pensábamos y votar sin riesgos, la propuesta alternativa alcanzó la máxima votación histórica de un movimiento político antisistema. Perdimos el miedo, estamos cambiando, la paz no puede parar, no se puede hacer trizas.
Hay 8 millones de colombianos que no se dejaron asustar por el coco del castrochavismo, aunque algunos se hayan parapetado, durante la campaña de la segunda vuelta, detrás del voto en blanco para en la intimidad de la urna tachar la cara del que se es incapaz de defender en público. Le perdimos el miedo a llamar por su nombre la corrupción y dejarla de nombrar con dulces eufemismos, aunque eso levante ampolla. Le perdimos el miedo a tomar partido por una idea, a discutir, a hacer públicos los argumentos a favor de un proyecto político. Nos queda el reto de no confundir reconciliación con homogeneidad, ni disenso con irrespeto y violencia, hay que superar ese espacio donde las diferencias de criterio sobre lo público se entienden como afrentas personales. También perdimos el miedo, porque pudimos comprobar que se dicen mentiras para que tomemos decisiones berracos, cargados de emocionalidades. Santos no le entregó el país a las Farc, pero sí logró organizar las primeras elecciones pacíficas y en agosto le pasará el poder al uribismo. Perdimos el miedo porque ahora hay más democracia, maestros. Nos queda el reto de volvernos más críticos con la información que nos proporcionan los políticos y de no perder el camino ganado en la consolidación de la institucionalidad democrática.
Perdimos el miedo a hacer público lo público. Se espera una oposición en la calle, como lo hacen en Argentina y en España, podremos salir a marchar y a exigir el cumplimiento de la Constitución, recuperamos un nuevo escenario para hacer política. La resistencia estará atenta a que no hagan trizas la Constitución del 91, la separación de poderes, el Estado Laico, las libertades y los derechos alcanzados por las minorías, el Estado Social de Derecho, el Acuerdo de paz. Nos queda el reto de no repetir el modelo de oposición mezquina que hizo el uribismo durante estos 4 últimos años, donde primó la agenda personal de los integrantes del partido sobre el interés general. La resistencia no puede desearle el mal al país, no puede querer que Colombia pierda, ni siquiera, un partido de fútbol.
Perdimos el miedo, hemos ganado mucho.
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