Hay situaciones y profesiones que no permiten la improvisación. Hay otras en que ni siquiera es bien vista. Pensemos en esos militares de antaño que se preparaban para una batalla: con todo el conocimiento de causa estudiaban las estrategias, el terreno, los insumos y las cualidades y debilidades del individuo o el pueblo a enfrentar. Nadie piensa en Napoleón apurado ultimando detalles para algún encuentro bélico o al Almirante Horacio Nelson perdido en medio del mar.
El orden, en lo que se refiere a los recursos, es de vital importancia cuando se inicia un gran proyecto. Sobre todo si este es de carácter público. Recordemos aquella célebre frase de Bossuet que dice que “El verdadero fin de la política es hacer cómoda la existencia y felices a los pueblos”. No es posible hablar de bienestar o del fin próspero de una iniciativa social si no se atiende la planificación de la misma.
Es aquí donde entra la visión, planificación e innovación en las actividades a realizar y que han de impactar lo social. Empezamos a hablar del ordenamiento territorial. Este sirve a su vez para generar recursos que apoyen las iniciativas colectivas, enfocadas en la comunidad, en lo inmediato, pero también en el largo plazo. Los beneficios económicos recaudados y la correcta utilización de estos, es el instrumento que permite materializar lo ideado y proyectado durante la primera etapa de la planeación, en lo que a bienestar social y desde a lo que a lo público se refiere. Así, se aprovechan los bienes presentes en la población y de igual manera, se hace uso del potencial que puedan ofrecer.
Como herramienta, el ordenamiento territorial es transversal, pues cumple múltiples tareas: ayuda al desarrollo económico, al crecimiento de las instituciones y en la generación de confianza de las mismas; fomenta lo propio como equidad, construcción y fomento de lo cultural, además de potenciar el papel del territorio mediante la generación de crecimiento constante, sostenible con el medio ambiente y la sociedad que lo habita, plural y coherente con la búsqueda de bienestar y en pro del sentido y la conciencia social.
Con base a lo anterior, en lo público es necesario un plan, una hoja de ruta que permita seguir el camino pensado en pro de la ciudadanía, que salvaguarde los recursos y los bienes de interés general. La participación social en el ejercicio y el control de la planeación territorial influye de manera decisiva en las actividades proyectadas a futuro y que buscan el bienestar general.
¿Qué es esto sino la visión clara de lo que ha de hacerse en pro del beneficio del territorio? Desde lo público le apostamos a la planificación y la elaboración de propuestas incluyentes y eficaces para mitigar la problemática social. Nuestra tarea, está enmarcada en la responsabilidad que implica la toma de decisiones que impactan de manera directa y positiva a la comunidad, supliendo sus necesidades. Lo cual me hace volver al principio de mi disertación. ¿Cómo imaginar a Napoleón improvisando ante su ejército?
Nuestra invitación es a confiar en las instituciones y en lo que ellas pueden hacer de bien por nosotros. En los momentos álgidos y de tensión, es a estas a quien recurrimos para el alivio de los males que se presentan. Tenemos que ellas o las personas que las representan están llamadas a tener un rumbo previo. Rumbo tan necesario en los tiempos actuales. Estos organismos tienen una función dialógica que reivindican los derechos que brinda el Estado al ciudadano. Este es su interés común y velar por él, nuestra responsabilidad.
Debido a esto es tan necesario el Plan de Ordenamiento Territorial al momento de gobernar. Este, es la brújula que guía y da lineamientos sobre los pasos a seguir, sobre las actividades a realizar, concluyendo la necesidad de: Planear para Avanzar.