Cuando mi hija hizo su primera comunión, los niños y niñas estaban sentados, separados en dos bloques, justo detrás del sacerdote. En un momento de la ceremonia, el sacerdote dijo: "niños, de pie". Inmediatamente se pararon los niños, y las niñas permanecieron sentadas. Un momento después, cuando el cura dirigió su mirada hacia atrás, les ofreció excusas a las niñas y les señaló que ellas también debían ponerse de pie. Hace poco, un amigo me estaba presentando su familia en una fotografía. Se refirió a sus hermanas como: "ésta es la abogado, ésta la agrónomo…" cuando intenté corregirle exclamó: ¿acaso usted es una “sera humana”? Yo me reconozco como ingeniera, y que me digan ingeniero me parece ofensivo.
Narro estas pequeñas anécdotas con frecuencia, cuando mi interlocutor insiste en que eso del lenguaje inclusivo es una tontería. Mi llamado es simple, reconocer que nuestro idioma castellano, inventado hace siglos, tiene un problema y es que es excluyente. Por supuesto la solución no es introducir en todo momento el "todos y todas", que nuestro vecino Maduro ha llevado a niveles caricaturescos. Los textos se vuelven no solo interminables, sino fastidiosos. Pero hay que reconocer el énfasis que confiere en temas que se refieren a los derechos humanos. Hay casos de casos.
A propósito del malogrado día de la mujer, propongo que en lugar de regalos melosos y fuera de contexto, empecemos por poner intención en nuestro lenguaje cotidiano. Existen ya numerosos ejemplos de lenguaje no sexista que bien valdría la pena consultar. Un simple “les” cuando es posible, será siempre más incluyente que “los”, y menos tedioso que “los y las”. Me parece que los clásicos “señoras y señores”, “niños y niñas” son un aceptable comienzo en los discursos. Tengo un chat con unos entrañables amigos, en el que somos seis mujeres y dos hombres. En estos días uno de ellos se despidió en un mensaje diciendo “abrazos para todas y Gabriel…” ¡simple y amoroso!
La fuerza de las palabras es inconmensurable. El lenguaje crea realidades y la forma como nos expresamos determina en gran medida nuestro relacionamiento con las demás personas. Los tiempos cambian y las costumbres lo deben hacer en función de las demandas de las nuevas generaciones y de una naciente conciencia colectiva que reclama inclusión. No me extrañaría que en unas décadas se acepten propuestas audaces como ese “todes” que ahora nos causa escozor. Es asunto de sensibilidad, no de gramática.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015