Un ciclón, así lo bautizó el padre Alfonso Llano Escobar, sacerdote jesuita, en un bello artículo escrito para el periódico El Tiempo.
Habiendo seguido con cuidado, casi todo el periplo de este inmenso personaje, por Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, uno concluye que más que un ciclón, lo que sucedió al paso de Su Santidad el papa Francisco, fue un terremoto extendido a todos los espacios de Colombia. Los periódicos del mundo circundante publicaron esta visita magnífica.
Su figura celestial, su voz grave, tranquila y reposada, sus párrafos cortos y detonantes, creaban a su alrededor una atmósfera etérea y de absorción humana.
Fue claro desde su llegada. Vino a ver a los pobres y a los niños colombianos desamparados, cuya vida miserable había tocado las puertas de su sede en Roma.
Su primera reconvención recayó sobre la curia colombiana, mediante la cual le ordenaba salir de su exclusivo apartamiento actual. Las puertas abiertas de sus templos y el campo franco donde vive la infinita pobreza y la inmensa niñez desamparada, deben ser los objetivos de su toga sacerdotal.
La desigualdad económica y social, impronta de la dura sociedad colombiana, calificada por indagaciones internacionales, como una de las mayores del mundo, mereció que Francisco la vapulara con duro presagio. Si estas grandes peligrosas diferencias no se corrigen rígidamente, Colombia nunca tendrá la ansiada paz.
En Medellín, sacudió nuevamente al clero por su encierro y también al gran dinero. A este gran dinero se dirigió subliminalmente cuando expresó que el diablo siempre entra por el bolsillo.
Colombia lo recibió magistralmente. Ricos, pobres, hombres, mujeres, hambrientos, adultos, engreídos, humildes ancianos e infantes, corrieron a ubicarse, días y noches, en todos los sitios accesibles. Curiosamente toda esta diversidad de gentes convivió con una educación desconocida en el país. Más de tres millones de colombianos de toda índole, le dieron la bienvenida y la veneración como enviado de Dios. Por primera vez no hubo ningún herido. Vale aquí una felicitación al Gobierno por tan estupenda organización.
Esta visita de Francisco, seguramente creó en el sentimiento colombiano una evolución, casi una revolución interna. Esto por ahora está en sus cimientos, pero con seguridad dará frutos.
Unas elecciones no amañadas, como deberían ser las próximas, constituyen el momento para incluir en el gobierno muchas máximas sociales del papa Francisco. Con la desigualdad vivida hasta ahora, en Colombia nunca habrá paz.
Quizás lo más importante es que esta visita fuera para los pobres, para los desvalidos, para los infantes, todos ellos pululando por todos los rincones de nuestra inmensa geografía, olvidados del gobierno, de los políticos, de los empresarios, de la sociedad, de las esferas opulentas.
Este mundo injusto, no se calma con desayunos o almuerzos de los sobrantes, sino sacándolos desde que nacen, de este medio humillante, educándolos sin excepción y colocándolos en la primera línea del presupuesto nacional. Es de reconocimiento mencionar que en el presupuesto colombiano para la vigencia posterior esa condición se está cumpliendo.
Colombia tendrá pronto nuevo gobierno representado en su Presidente de la República y los parlamentarios de la Cámara y el Senado. Es de esperar que aprovechen las admoniciones y predicciones del papa Francisco en esta visita a Colombia. Es necesario un cambio total de la sociedad colombiana, lo cual necesitará tiempo, pero es importante que quienes van a manejar el país, tengan en cuenta que Colombia sigue siendo una comunidad completamente desigual e hiriente.
No es el único país que ha tenido que hacer esfuerzos extraordinarios para hacer un cambio social y económico. Mucho se habla de Corea del Sur como ejemplo, que hace treinta o cuarenta años era inferior a Colombia. La ignorancia de sus gentes era casi total cuando se terminó la guerra y su suelo completamente estéril. Sin embargo hoy es una potencia que ocupa una excelente posición en la economía mundial. Para este cambio se tuvo como política desde un principio, que lo único que salvaría este país era la educación. Una educación completa hasta llevarlos a ser profesionales, así tuvieran que hacer grandes sacrificios.
En cambio nuestro país tiene un excelente conjunto de tierras y aguas propias, para una agricultura sin par. Una posición estratégica y geográfica, para incitar un comercio exterior activo.
El papa regresó a Roma, llevando consigo una Colombia por reformar. Así le pedirá a Dios. Los colombianos quedaron todos impresionados con este gran señor de Dios, que orará por una redención lo antes posible.
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