Cuando pronuncio su nombre salen del centro de mi alma, y a borbotones, todas las emociones que alberga. Recuerdos bellos de los años que he logrado vivir en su entorno. Fueron dos etapas, las más definitivas de este, mi trasegar en este mundo complicado y placentero a la vez.
Una imborrable fue mi niñez, que terminó cuando emigré a Medellín a la Pontificia Bolivariana, universidad recién formada por la élite social e industrial de esa ciudad.
Una segunda, muchos años después, cuando me instaron con vehemencias señorones de Manizales, para salvar a Tejidos Única, empresa textil y mayor centro de empleo del Departamento. Era un maremágnum, o mejor revoltura, de empleados de administración con obreros de planta. La maquinaria semidestruida y todos los grandes salones repletos de telas de segunda clase, para ellos invendible. En caja ni un centavo. A los bancos no dejaban entrar a ninguno que llevara ese sello.
Tres años de encierro total, costó que ese muerto resucitara y fuera centro de gravedad financiera para la industria que ella misma urgiera, en el afán de industrializar a Manizales. Y a fe que lo logró en gran parte.
Al cumplir diez años, Única exportaba el sesenta por ciento de su producción. Hasta Holanda, pasando por los Estados Unidos, llegaban nuestras bellas telas. Atractivos dividendos y un prestigio nacional en el círculo periférico de la industria nacional.
Participé, como presidente de la junta, a construir el más bello y distinguido club social.
Fueron en ese entonces, durante diez a quince años, movimientos volcánicos que eructaban ideas e iniciativas, de lo que podríamos llamar la crema de la sociedad manizaleña.
Traigo a colación nombres de la talla de José Restrepo Retrepo, que iluminó con su imaginación, fundar una corporación financiera, algo inusitado en ese entonces, cuando en el país solo estaban autorizadas dos, una en Bogotá y otra en Medellín. Eran motores de fuerza ciclópea en la creación industrial. En Manizales nunca fue bien manejada y murió anticipadamente envuelta en operaciones de dudosa admisión. Estaba generada para cambiar todo esquema de Manizales hacia una ciudad próspera, rica y socialmente justa.
Otro personaje de postín, que si no hubiera existido, nada se podría haber hecho. Me refiero a Jaime Retrepo codueño de la Luker, una empresa fundada por su señor padre por los años 1904, 1906 y que desde entonces ha estado en la primera línea nacional de la producción de alimentos. Pocas personas han amado a Manizales con tanta fuerza como este titán de la producción y de la equidad social.
No puedo seguir este recuento sin mencionar a Eduardo Gómez Arrubla, fundador de una de las empresas de más alta tecnología como Incolma, hoy próspera en manos de su competente hijo. Eduardo, como sus congéneres, siempre estuvo en el centro de los acontecimientos de lo que a Manizales le pasara.
No me perdonaría yo, ni mis lectores, si no me refiriera al creador de la feria de Manizales, conocido en todos los rincones nacionales y países extranjeros. Este gran señor se llamaba Óscar Hoyos Botero, quien quiso trasladar, pero a su manera, ferias españolas a las cuales muchas veces superaba. Fue un impulsor sin contendor de la Plaza de Toros de Manizales, que hoy ocupa un primer lugar en la tauromaquia nacional e internacional. Vivió sus últimos años y murió joven en Lima - Perú.
Estas son rapsodias de cómo se movían las cosas y de cómo se amaba la tierra donde sus protagonistas nacieron.
Este auge prodigioso, nacido en las entrañas de esta ciudad inolvidable en la cual también murieron. Dejó estelas que se prolongaron por muchos años.
La generación inmediata fue un desastre. No quedó piedra sobre piedra. Manizales se vino de bruces y las ciudades menores empezaron a pasar raudas, por lado y lado, dejando cada vez más atrás a esta ciudad de las puertas abiertas.
No hay mal que por bien no venga. Se está apoderando de nuestras calles y salones una juventud llena de energía. Hoy Manizales es ya una ciudad notable en Colombia. Las conversaciones, el coloquio vulgar y la ordinariez caracterizaba a estas gentes de la generación pasada, ahora se elevan al cálculo integral, a Homero, a Demóstenes, a Trump, a la molécula, al cerebro, a Colombia entera, a sus partidos políticos, la suerte del post conflicto, la paz, etc., etc. Muchos quisieran ser presidente o científicos y en el decir de sí mismo acarician esta posibilidad. La vida actual de Manizales se asemeja a la del paraíso terrenal, allí todo es fácil, la gente no puede ser más amable, la intelectualidad abarca a todos los habitantes.
Es ya una ciudad que se menciona todos los días, no por la criminalidad que pudiera tener, sino por los avances tecnológicos producidos por la presencia de diez universidades, algo no concebido para ciudades de este tamaño. En los días últimos sus virtudes se han elevado como salto de garrocha y calificado como una ciudad, la mejor para vivir, para estudiar y para impulsar el desarrollo.
Pero la ciudad tiene también una condición que es casi la de mayor impacto. Una ciudad pequeña o mediana de no más de cuatrocientos mil habitantes. No se debe pasar de este número. Si yo fuera alcalde pondría un aviso en los sitios de ingreso a la ciudad, que diría: “Señor visitante. Bienvenido, ha llegado usted a una ciudad culta y bella como ninguna. Diviértase, pero salga, no se quede”.
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