Es lo que puede decirse del alza de los precios del petróleo, alcanzando los 70 dólares el barril. Este acontecimiento fue recibido con felicidad infinita en Colombia. Con razón, porque este combustible desde años ha, ha sido el alma de la economía nacional. El precio alcanzado de 70 dólares, está lejos de los 110 dólares barril de hace más de dos años, cuando provocó la mayor bonanza de la cual se tenga noticia. Una bonanza que le permitió al gobierno reelegirse, producir mermelada a chorros, untarla profusamente al sector votante y corromperlo hasta sus raíces. El gasto público desde la Casa de Nariño fue una borrasca incontenible, a diferencia de otros países también beneficiados, que optaron por ahorrar, para enfrentar las angustias de las vacas flacas futuras.
Los precios de este bien llegaron en su caída hasta treinta dólares el barril, lo que significaba para Colombia casi la muerte. Con el correr de los días hubo una reacción colocando las cotizaciones entre cincuenta y cincuenta y cinco dólares, lo que ha permitido a nuestro país respirar, con dificultades.
Este aumento de precio de los últimos días, llegó hasta ochenta dólares. Naturalmente, tenía que producir gran alegría al pueblo colombiano y en particular al ministro de Hacienda que así podía cerrar todos sus déficits. Déficits que no son pocos y asegurando para el país el grado de inversión que ha estado en peligro por las entidades internacionales de calificación.
Pero infortunadamente esto ha sido flor de un día, ya que los precios han bajado situándose en el espacio de los sesentas. Con esto se vive así sea con oxígeno permanente.
El petróleo se valorizó casi hasta ochenta dólares por perturbaciones de orden público en Irán, gran exportador de petróleo. Pero principalmente por el enfriamiento inmenso en los Estados Unidos, algo no recordado. También por la reducción del diez por ciento de la producción general, acordado por la OPEP, la organización de los países petroleros.
El país se acostumbró a vivir de una ilusión, como es el petróleo. Como se ha anotado aquí, sus precios en el mercado internacional tiene vaivenes peligrosos e inesperados. El mundo nada en petróleo, por esa abundancia, los grandes productores tienen que ordenar sus precios con pactos políticos que son deleznables.
La caída inesperada de los precios petroleros desde ciento diez dólares, que se produjo aproximadamente hace dos años, le ha causado un gran daño al país. Además de la destrucción de los programas ya establecidos, tanto en el gobierno como en el sector privado, la producción nacional de petróleo se vino abajo. De un millón de barriles diarios producidos, rápidamente se redujo a ochocientos mil.
Si los precios se mantuvieran en los sesenta dólares, como es el caso actual, el ánimo se mantendría positivo y el interés por sacar más petróleo impulsaría a invertir. Desafortunadamente, en este negocio existe en forma permanente el peligro que de un momento a otro los acuerdos políticos de los grandes productores se rompan y se dejen los precios a la deriva.
Hablando del movimiento de precios, hay que tener en cuenta que el gran consumidor hoy en día, son los Estados Unidos, por las temperaturas que lo han estado azotando. Pero algún día, más próximo que tarde, esas temperaturas llegarán a ser normales, liberando una gran cantidad de petróleo que seguramente hará que los precios bajen.
Dejar que un país dependa de un solo producto como es el caso de Colombia con el petróleo es un error craso. Lamentablemente no se ha podido encontrar ninguna producción en cantidad y calidad, que remplace lo que se perdió con la caída de los precios petroleros. Por ejemplo, las exportaciones de los productos que le siguen al petróleo, el café el más significativo, todavía después de más cien años de vida, necesita de subsidios del gobierno y sus exportaciones tienen un valor de solo unos dos mil ochocientos millones de dólares. Esto comparado con lo perdido es una pulga.
La minería con mayor contenido de carbón se espera exportar hasta trece mil millones de dólares para el 2018. Pero el carbón tiene muchos vaivenes, según estaciones y regulaciones ambientales. Las flores, un hermoso producto de exportación, contribuye con un poco menos de mil millones de dólares. Todo esto en conjunto está muy lejos de lo que se perdió con los precios del petróleo.
El nuevo gobierno tiene que percatarse de estas grandes debilidades y organizar con gran impulso a los débiles sectores exportadores. Y no olvidar que el petróleo es flor de un día.
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