Las elecciones para Presidente de la República son siempre el acontecimiento más importante en Colombia. Como lo son también la de todos los jefes de estado en cualquier país del mundo civilizado. Naturalmente en cada parte provocan emociones propias, de acuerdo con la naturaleza de sus gentes.
Esta vez en nuestro país el número de postulantes bate todos los récords. Las ideologías que se dicen tener van desde la derecha extrema a la izquierda más inquietante. Digo se dicen, porque el frenesí que los invade hace que sus ideales pasen a segundo lugar, si para alcanzar el poder, tienen que aliarse con un grupo que consideran ganador. Cierran los ojos y se olvidan de su propia ideología. Estas amalgamas ideológicas, están a la orden del día.
Es satisfactoria en esta contienda electoral la presencia femenina de Clara López Obregón, de Claudia López, de Viviane Morales y de Marta Lucía Ramírez. Tal como se dijo en una columna anterior, el fracaso del hombre para manejar el país hace que aparezcan las mujeres con sus virtudes propias, para sustituirlos. Le han dado su propia finura a lo que ha sido áspero en el pasado.
Esta elección presidencial tiene una importancia especial. Mucho más que las de varias décadas pasadas. Hoy el país está medio destruido.
La economía anda mal. El derroche burocrático, principiando por el de la casa de Nariño, es descomunal. La bonanza petrolera que llegó a tener precios hasta de US$ 120 el barril, fue despilfarrada con la mermelada para aceitar parlamentarios, gobernadores y alcaldes, a cambio de sus votos para todo lo relacionado con el proceso ilegal con la guerrilla. No solo para comprar votos en el parlamento, a esto hay que sumarle el costo para financiar en La Habana un número indefinido de guerrilleros, con avión a sus pies para sus viajes exóticos. Y qué decir lo que costó el extemporáneo premio Nobel, con la multitud de viajes del presidente a Europa vendiendo una paz en ciernes. También con el avión presidencial a sus pies, brincando de país en país, con su corte de periodistas y amigos, tratando de convencer que había logrado la paz en su país, después de 50 años de guerra.
Como si esto fuera poco, el deterioro económico ha dado lugar a contraer un endeudamiento externo por parte del gobierno, de dimensiones peligrosas. El déficit fiscal supera lo tolerado por las firmas calificadoras internacionales, que están a punto de retirarle la calificación de inversión, lo que sería desastroso.
También hay que mencionar con gran preocupación los altísimos costos de lo convenido con la guerrilla como posconflicto. Lejos, muy lejos están las posibilidades de financiarlo, amén de la ilegalidad que cobija todo este proceso. Esto va a provocar otra reacción con la guerrilla, ya bien empoderada por el gobierno que termina.
Las gentes colombianas tienen mucho miedo con lo que le pasará al país con la entrada impune de las tropas insurrectas, criminales y asesinas, bien entrenadas, a cubrir todo el entorno nacional y predicar el narcochavismo. Más aberrante, con un pago mensual de un millón ochocientos mil pesos. Contrasta esta aberración con el salario mínimo de $781.242 luchado con grandes esfuerzos por los obreros colombianos, que no han cometido ni siquiera un pecado venial, monto que no les alcanza ni siquiera para comprar un mendrugo de pan.
Y lo peor, los jefes de esta calaña con el regalo del siglo, cinco curules en la Cámara de representantes y cinco en el Senado para legislar al pueblo colombiano. Con todas las gabelas de estas posiciones, sueldos, carros y sus conductores, vacaciones pagadas, viajes a sus sedes, etc.
Pero esto con sus aberraciones, no para aquí. El Eln una guerrilla antigua de un poco más de mil hombres, tiene en jaque al gobierno que desesperado por el fin de su mandato ya encima, no ha podido concertar un cese de hostilidades a pesar de sus ruegos. Sus delegados para este fin son burlados y despreciados.
Pero no se puede pasar algo que esta administración deja para la posteridad, como es el título de mayor productor de coca del mundo. Seguramente esto estrechará las relaciones con los Estados Unidos, país que ha financiado por muchos años inútilmente, la extinción esta droga maldita.
Esta pequeña versión de lo que le está pasando a nuestra patria y los pedazos que la presente administración entrega a la próxima, indica las calidades, sabiduría, experiencia y carácter que deben adornar al nuevo presidente de nuestra abatida Colombia. Y lo más importante, el cuidado que se debe tener al depositar el voto en las urnas.
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