Cumplieron su palabra. Andrés Felipe Betancourth López, Luis Fernando Acebedo Restrepo y Darío Arenas Villegas lo dijeron muchas veces: una vez caminemos por la ciudad y conversemos con los ciudadanos, y construyamos con éstos un programa de gobierno y gobernanza, decidiremos entre nosotros quién será el elegido. Este hecho es importante, no solo porque dan ejemplo de superación de los egos, sino porque demuestran que están pensando seriamente en la ciudad. Les entendí que se postularon no para competir entre sí, sino para mirar juntos a Manizales, cada uno desde sus saberes y experticias. No les animó el manido sentimiento del “yo quiero porque sé que soy mejor.”
Veo a un Darío muy político, es decir a un hombre de acción, que ha caminado las calles y ha propuesto temas de discusión serios y profundos; a un muy acucioso Luis Fernando que, desde su saber urbanístico y de planeación piensa a Manizales, haciendo propuestas de cómo construir un mejor espacio para los ciudadanos; y encuentro en Andrés Felipe, a un ciudadano conciliador, siempre buscando conectar esas formas morales y de pensamiento, en un marco razonable, para hacer de esta querida ciudad un escenario para todos, sin exclusiones.
Esta actitud y comportamiento que nos plantean estos tres ciudadanos para entender cómo hacer la política hoy en día, dista mucho del eterno ejercicio de quienes continúan metidos en la tradicional forma a la que nos tienen acostumbrados los partidos, ya de por sí divididos y fracturados, y cuyos militantes siguen sin querer ver que el mundo cambia. Conservadores y liberales, fieles todavía a sus rancios partidos, sin olvidar otros que se suman a hacer más de lo mismo, pero enmascarados como unitarios, radicales, religiosos y centristas, continúan pregonando que son los salvadores de esta crisis de Estado y de Nación por la que atravesamos. Siguen creyendo que el mundo gira a su alrededor, al vaivén de sus intereses individualistas, de sus constantes agresiones verbales (y hasta físicas), de sus gritos que opacan cualquier argumento serio, de sus deseos que muestran sus bajos instintos con el pretexto del “yo amo a mi ciudad y lo que quiero es servirles a los manizaleños.” Éstos no quieren darse cuenta de no son confiables ni creíbles. Cada vez más ciudadanos sienten vergüenza e indignación al enterarse de que su mutuo elogio les hace creer que pueden volver a gobernar esta ciudad y este departamento postulando aspirantes cuyos egos les produce ceguera moral.
Frente a este panorama de aspirantes tradicionales e invidentes, están estos tres ciudadanos, Andrés Felipe, Luis Fernando y Darío, quienes determinaron que más que individuos, son un colectivo de racionalidades y de emociones, cuyos deseos se enfocan en romper el molde del pasado en el ejercicio de la política.
Por mi parte, creo que una forma de provocar esta ruptura es diseñar estrategias para que sean los ciudadanos libres, quienes avalen a los aspirantes para que gobiernen de manera distinta. Ya es hora.
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