Me parece indudable que la paz surge de la guerra. La paz es plural, se habla de paces que, además, son imperfectas. En esta búsqueda de siempre y, como bien lo dijo Eduardo Galeano, “somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, nos esforzamos por ser mejores seres humanos. La paz debe convertirse en un elemento cultural que nos sirva para cultivar nuestra humanidad y ser felices. Y nuestra humanidad es compleja, variable y ondeable; es conflictiva, por eso, conviene aprender a resolver, como nos lo enseñó Estanislao Zuleta, los conflictos de manera productiva e inteligente.
En Manizales y en Caldas hay muchísimas organizaciones que trabajan para conseguir habilitar territorios de convivencia pacífica. Son pacicultores, para apropiarme de una expresión usada en el libro que publicó el Observatorio para la paz, en cabeza de Vera Grabe y Manuel Jiménez Rodríguez. Y que desde el 2000 viene construyendo y desarrollando un proceso “orientado a hacer de la paz una pedagogía de transformación cultural y de la pedagogía un instrumento de paz.”
Los pacicultores en nuestro territorio con sus propuestas y trabajos han demostrado que Caldas no ha sido ajeno al conflicto armado que ha dejado más de 120 mil víctimas en este territorio; y que por eso mismo, saben que los acuerdos de paz ya forman parte del reconocimiento de que es fundamental proteger la vida y la dignidad humana. Su mayor deseo, nuestro mayor deseo, es no volver a la guerra, continuar respaldando a la JEP y a la Comisión del esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición.
Señores gobernador y alcalde, tienen en sus manos una herramienta fundamental, que les permitiría cumplir el mandato constitucional -ojalá, esta vez, sí se haga en serio- de diseñar y ejecutar acciones encaminadas a garantizar la promoción de la paz, la reconciliación y la convivencia entre los ciudadanos. Me refiero al Decreto Ley 885 (2017) que creó el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia, que tiene como propósito fundamental facilitar la implementación y desarrollo del Acuerdo de Paz. La Asamblea de Caldas y el mismo Concejo de Manizales le dieron vida jurídica a los consejos departamental y municipal. Solo que ni los gobiernos ni los ciudadanos, así como tampoco las organizaciones de la sociedad se lo toman en serio.
Los consejos de paz, señores gobernador y alcalde, son organizaciones asesoras y consultoras en asuntos de paz y de conflictos, con los que pueden diseñar y ejecutar programas de reconciliación, convivencia y prevención de la estigmatización, a la vez que con estas herramientas se pueden y se deben fomentar programas de formación y comunicación efectivas para la apropiación del Acuerdo final del 24 de noviembre del 2016.
Además de los Consejos de paz, también está La Paz Querida, una organización conformada por un grupo de ciudadanos que busca tener incidencia pública en la construcción de una ética ciudadana, basada en el respeto a la dignidad humana, la equidad, los derechos humanos y la búsqueda de la reconciliación.
Estoy convencido de que con ambos consejos, el departamental y el municipal, y con La Paz Querida capítulo Caldas, sumados a los direccionamientos que ustedes propongan, es perfectamente viable diseñar escuelas de pensamiento en donde se asuma “la paz como un paradigma de cambio”, como lo propone el Observatorio para la paz.
Señores gobernador y alcalde, ustedes bien saben que en un territorio en donde los ciudadanos puedan vivir de forma pacífica, se produce, per se, la exigencia de compartir, comunicar las opiniones, los deseos, las necesidades. Un territorio pacífico seduce para lograr mejores desarrollos sociales y económicos. En suma, la paz debe ser la gran seductora de una mejor calidad de vida, más digna y decente.
Quedamos atentos.
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