Mi columna pasada la terminé afirmando que si se quiere romper con el viejo y anquilosado modelo impuesto por los partidos tradicionales, el aval para aspirar a un cargo de gobierno se debe buscar directamente con los ciudadanos. Urge construir un camino distinto para ejercer la política. La visión de las nuevas democracias así lo exige. Éstas aparecen con los nuevos movimientos ciudadanos que se están dando en el mundo (dedicaré una próxima columna a decir un poco más de ellas y de su fundamental importancia).
Los tres precandidatos que había y que figuran como alternativos, Andrés Felipe Betancourth López, Luis Fernando Acebedo Restrepo y Darío Arenas Villegas, superaron sus posturas personales y dejaron a un lado sus egos demostrando que les importa más la ciudad, que sus ambiciones personales. Y aunque les dieron una lección política a quienes continúan pensando que primero están ellos y luego Manizales, deberían considerar de manera crítica más las relaciones que desean establecer con otros partidos o movimientos, y darle mayor fuerza a las que han logrado construir directamente con los ciudadanos.
En lo particular, no creo que el Polo o el Mais sean una apuesta alternativa en política. El ego, que funciona como una fuerza de gravedad, ha frenado un principio fundamental del Polo: ser la confluencia de diferentes tendencias que pretendían superar el bipartidismo y el sectarismo. Y justo se volvió en eso que criticaba: sectario, lo que conllevó su inevitable fractura, al igual que les sucedió a los tradicionales. Gradualmente, el Moir se encargó de desplazar a las demás tendencias que estaban con ellos: progresistas, comunistas… Y su ego tampoco les permite al Mais y al Aico (Autoridades Indígenas de Colombia), dar puntadas serias en la defensa de sus culturas y sus lenguas, y terminan pareciendo más una especie de oficina de avales. ¿Qué sentido tiene el desarrollo de una cultura alternativa bajo el aval de estos grupos en estas condiciones?
Para completar el panorama, los independientes, según dicen ellos, con ánimo incluyente esperan que los verdes (igualmente divididos) definan quién será el elegido para sentarse a hablar y buscar “acuerdos” programáticos. Pues les tengo una noticia: éstos no van a superar sus egos. No les insistan ni los esperen más. Me parece que no deben seguir perdiendo tiempo ni ralentizar los procesos; arriesgar el invaluable recurso del tiempo en búsqueda de alianzas improbables, puede no tener finales felices. La ingenuidad en política no es buena consejera. No me canso de repetirlo: la mejor alianza que se puede y se debe hacer es con los ciudadanos directamente, sin intermediarios.
Especulo que sus simpatizantes y potenciales electores ya comienzan a pensar si serán los mejores candidatos para gobernar una ciudad que ve cómo los eternos tradicionales, es decir, los “invidentes”, avanzan con sus lazarillos ganando terreno y ocupando los espacios que aquellos no se ganan. Me parece que a los independientes les falta fuerza, mayor apasionamiento; a veces siento que no tienen ganas de ganarse esa silla. En política hay que pensar con mayor rapidez, demostrando que se quiere y se puede ser alcalde para poder cumplir la promesa que se viene construyendo con los ciudadanos. El tiempo vuela y con él, las necesidades de los ciudadanos que no dan espera.
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