Esta columna es el resultado de una larga conversación entre los miembros de La Paz Querida, Capítulo Caldas, LPQCC, debido a las multitudinarias expresiones ciudadanas que se vienen presentando en las últimas semanas.
Las calles y las plazas públicas se llenaron de nuevo y comenzaron una maravillosa fiesta que dejaba ver la esperanza en medio de esta desvergüenza que nos asfixia. La esperanza es un imperativo que facilita el reunir las fuerzas necesarias para la recreación de una convivencia pacífica, solidaria y equitativa. No se trata de una esperanza terca, necia, es un mandato existencial e histórico.
Por supuesto, la esperanza per se no tiene el poder de transformar las realidades. Estas realidades, que reducen a los seres humanos a ciegos peones de una economía desalmada y los registra solo como cifras de crecimiento, deben enfrentarse con la asunción de las más altas calidades morales y éticas.
Los miembros de LPQCC, atentos a lo que sucede en las calles y en las plazas, en los barrios y en las comunas, en las universidades y en los hogares, reconocemos la búsqueda pacífica que estudiantes, trabajadores, profesores y ciudadanos emprendieron a partir del 21 de noviembre, sin un libreto prefabricado, con el propósito de protestar contra las injusticias, las ganancias ilícitas, los tráficos de influencias, el abuso de los cargos públicos para la satisfacción de intereses personales, las violencias contra las mujeres, los jóvenes, y los niños y las niñas; al igual que contra la tolerancia con los crímenes de los líderes sociales y el incumplimiento de acuerdos firmados por el Estado colombiano, en especial los que se discutieron en La Habana, sin dejar de mencionar los del año pasado con los indígenas, los universitarios, y con los trabajadores de la rama jurisdiccional.
La protesta pacífica logró imponerse sobre los aislados brotes de violencia y sobre los oídos sordos de quienes nos malgobiernan. Se trata de nuevas expresiones que denotan una maduración política de los ciudadanos. Quizás sea la mejor clase en su proceso de formación profesional, política y moral, que conlleva el reclamo de una vida digna, justa y equitativa; esa misma que sueñan los jóvenes, la que merecen los niños y las niñas, la que no tuvimos los mayores; la que es posible en un país que no se resigna a las desgastadas inercias políticas.
Los miembros de LPQCC amparados en esta esperanza que camina por las calles, que se grita y se baila, que se canta y se ancla en el deseo de un mejor porvenir, votamos por el derecho constitucional a la protesta y al desacuerdo; por el derecho constitucional a la exigencia de mejores gobernantes. Pero, sobre todo, porque las voces de los cientos de ciudadanos sean escuchadas como un mandato, con el propósito de que se corrijan los equivocados caminos del desprecio a los silenciados de siempre. También porque los alcances del vigor juvenil se puedan conjugar con la sensatez de los adultos. Para que la universidad pública no salga lastimada en las alteraciones del calendario académico. Para que el pequeño comercio no se vuelva enemigo de las marchas. Para que la movilidad de las protestas no conspire contra la movilidad de quienes buscan el sustento y las obligaciones cotidianas.
Los miembros de LPQCC, les hacemos un llamado a los gobernantes: Presidente y congresistas, así como a la administración de Justicia; a los nuevos gobernadores, alcaldes, diputados y concejales para que escuchen el clamor de cientos de ciudadanos que no tienen un propósito distinto de invocar y afirmar, desde su compromiso moral, una vida digna y solidaria.
Los miembros de LPQCC, nos sumamos a este clamor y nos comprometemos a alimentar la esperanza, como una fuerza creciente y sostenible, para que este nuevo impulso hacia el cambio no se detenga ni se agote y, por el contrario, fructifique en realidades de paz y de concordia. Es claro que las marchas y los movimientos deben producir nuevas y mejores realidades.
Los miembros de la LPQCC deseamos que esta Navidad sea motivo de regocijo y de una profunda reflexión sobre el país que queremos; que sirva de pretexto para que se generen mejores conversaciones en la íntima comunión de los hogares, en los barrios y los vecindarios, en las aulas de los colegios y de las universidades. Deseamos que el 2020 se convierta en un escenario real en donde se materialice la construcción de territorios más amables y pacíficos para todos.
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