Relata la mitología griega que Proscuto era un hombre amable y bastante simpático con sus huéspedes, sin embargo, ocultaba una gran obsesión, los viajeros debían encajar a la perfección en su cama. Una vez asentados en su casa los invitaba a descansar afectuosamente en su lecho de hierro y mientras pernoctaban eran amordazados y sujetados para verificar si se ajustaban a la misma, lo cual lograba estirando de manera infernal sus extremidades, o bien cortándolas, incluida la cabeza.
Este mito trasladado al campo de la falacia política, encaja a la perfección con el discurso de ocasión de nuestros amigos de la farándula. En sus disertaciones es notorio palpar como deforman la realidad de los hechos para justificar sus hipótesis y ajustar sus discursos a intereses específicos, tal como la practicaba Proscuto, que además era un hombre complaciente y afectuoso como lo son la mayoría de nuestros amigos de la política, ellos siempre serán amables y simpáticos, sin que les importe deformar la realidad de una sociedad agobiada de insuficiencias y penurias, que reclama soluciones y no discursos de ocasión, para promover mercados electorales en busca de intereses ajenos al reclamo de la comunidad.
Uno de los pilares fundamentales de la gobernanza es la política, entendida como la interrelación equilibrada del Estado y la sociedad civil, dada una realidad del entorno. Justamente a partir de esta definición se produce la ruptura de Proscuto, deformamos la realidad del entorno social, económico y político, para ajustar el discurso, lo que ha traído como consecuencia un distanciamiento entre la política y el ciudadano, que no se siente representado ni interpretado en sus penurias cotidianas.
Esta desunión entre la realidad y política ha transcendido el concepto de comunidad y se ha trasladado al mundo digital; a la red, que a su vez crean tramas de altísima capacidad de comunicación interactiva, en donde se exponen la retórica vacía y la superficialidad de los planteamientos; una desconexión que abriga frustración e indignación ante un contexto social que ya no es posible desdibujar.
Esto es necesario comprenderlo. La nueva política ya no es asunto de mayores, como bien lo decía el movimiento de los indignados en España: “preferimos jóvenes de pelo negro y almas blancas y no jubilados de canas blancas y almas negras”, sin duda, hacían referencia a lo que Manuel Castells ha definido como la economía criminal, una sociedad trazada por la corrupción.
Estamos confundidos con el discurso embustero, esa arenga falsaria no tiene acogida alguna, es ingenuo insistir en esta ruta; es prioritario entender la realidad social y económica del entorno, el reclamo de las juventudes es real, ellos han vivido como sus utopías se disipan en un mar de desesperanza, y en esto no debemos confundirnos, el reclamo es universal. No se trata de reducir la situación a Cuba, Venezuela, el narcotráfico y los grupos al margen de la ley, por supuesto estos espacios de reclamo pueden estar signados por estos vectores; el fondo es la ausencia de opciones y alternativas para una sociedad que reclama un espacio de oportunidades; en ausencia de éstas, la institucionalidad y la sostenibilidad de la misma se verán comprometidas ante una guerra líquida, con una capacidad enorme de comunicación, de convocatoria y de cooperación entre redes, que supera con creces la política y el discurso tradicional.
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