Cuatro amenazas a los cimientos de las universidades, algunos ya vaticinan que el 25% de ellas dejan de existir en menos de 10 años…
Uno de los estudiosos de la vida universitaria, José Joaquín Brunner, en su artículo: “La Universidad, Sus Derechos e Incierto Futuro” advierte que las más grandes tensiones del presente para las instituciones de educación superior son: “El poder intelectual de la universidad se confronta hoy con las fuerzas del mercado, en un escenario en el que las instituciones educativas pierden el monopolio sobre la producción de conocimiento avanzado, sobre el valor de cambio simbólico de las credenciales que otorgan y sobre la capacidad de autorregularse en función de sus propios ideales e intereses”. Vemos cada uno de ellos.
La relación universidad fuerzas de mercado: la universidad no puede sencillamente responder a unas necesidades de producción y de generación de mano de obra barata y calificada. El rol de una universidad no puede estar de espaldas a las necesidades del aparato productivo, pero su misión sobrepasa esta función. Por ello, es fundamental que las asuma, pero que no se limite a ello. Y este es el peligro que se cierne sobre algunas instituciones que ahora quieren responder única y exclusivamente a esas demandas. Las universidades construyen ciudadanos, participantes de una democracia pluralista, ayuda a formar a los miembros futuros de una familia y una comunidad.
En segundo lugar, las universidades están perdiendo el monopolio de la generación de conocimiento y esto es totalmente cierto. Pero el punto clave es que mantenga ese aporte a la sociedad, que consiste no solamente en generar conocimiento, sino en ponerlo en articulación con los otros generadores para integrar respuestas más valiosas para producir conocimiento que redunde en bienestar para la sociedad y la sostenibilidad del planeta. Pero otra tarea fundamental de la universidad es mantener su independencia para poder decir las verdades incómodas que otros no serán capaces de expresar. Las universidades por ello deben asumir un papel no siempre muy bien recibido, pero fundamental para el bien común: decir las verdades incómodas.
Han perdido la importancia los títulos y credenciales que otorga. Esto especialmente porque hay algunas universidades de baja calidad que han causado la desvalorización de los títulos, pero también por la falta de pertinencia de mucha de la formación que se imparte en las universidades. Pero independientemente de los títulos, la formación de las universidades pasa por el aprendizaje académico de los estudiantes, pero también por la formación de seres humanos: Seres capaces de aceptar al diferente, de tolerar al contrario y de colaborar para buscar el bien común.
Finalmente, la pérdida de la autonomía universitaria, que en su momento se predicó de los poderes religiosos, luego de los estados, y ahora frente a las empresas, es un hecho. La Constitución del país consagra este derecho, para algunos mera garantía de la autonomía universitaria, que brinda la posibilidad de darse sus propios reglamentos. Pero la verdad es que la inspección y vigilancia del Estado en muchas veces termina cegándola de una u otra forma; también, y hay que decirlo, por las debilidades de las mismas instituciones universitarias que no poseen de un buen gobierno corporativo; y finalmente, los temas de financiación terminan retándoles independencia a las universidades.
Muchas amenazas, pero Moisés Wasserman, exrector de la Universidad Nacional, en reciente conferencia sobre la salud de las universidades afirmó: "Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud". ¡La verdad que algunas tienen un resfrío, otras bronquitis, unas cuantas hasta pulmonía, y una que otra está con respirador artificial!