Manizales-Villamaría siguen punteando en el ranking de competitividad nacional de ciudades. En general se mantuvieron de 6 en el país, y a su vez elevaron el puntaje general en casi un 3%, es decir, están en camino positivo, mejorando. Sin embargo, hay luces y sombras, en unos aspectos se mejoró en el ranking, pero en dos bajamos. Los avances están en varias dimensiones: Instituciones, infraestructura, salud, educación superior, entorno de negocios, mercado laboral, sistema financiero y sofisticación-diversificación del aparato productivo.
En estos aspectos positivos hay que resaltar el primer puesto en Educación Superior en el país, lo que nos debe seguir perfilando como un excelente clúster universitario. Bien valdría la pena que la Alcaldía, las universidades y grupos de empresarios pensaran en nuevas estrategias para potenciar el carácter de ciudad universitaria de alta calidad. Hay que innovar en servicios complementarios y valores agregados para los estudiantes y profesores. El nivel de calidad de vida debe permitir atraer talento humano muy cualificado si encuentran comunidades académicas de referencia. Y los servicios adicionales pueden apuntalar la atracción de nuevos estudiantes.
A su vez, hay que señalar que se cayó en el ranking de dos pilares: en Adopción TIC, bajamos un puesto, y en Educación básica y media, descendimos dos puestos. Dos alertas rojas muy graves y que tienen que ver con el desempeño de la administración pública en dos sectores clave, en este momento como son la adopción de TIC y educación pública. Pongámos zoom a cada una de ellas.
En el de educación básica y media la dificultad está focalizada en la cobertura, no es problema de calidad. Pero sí de cobertura, estamos a nivel nacional en el puesto 27, esto es vergonzoso. ¿Qué está pasando? Las secretarías de educación municipales de Manizales y Villamaría nos deben unas explicaciones y los alcaldes y los concejos deben analizar qué es lo que ocurre para tomar decisiones de inversión en capital humano e infraestructura en la medida que se requiera. Los datos concretos de cobertura en preescolar, primaria y básica dejan mucho qué desear al compararlos con el resto de ciudades del país. Hay que subrayar que no es lío de calidad, pues estamos de cuartos en el país en esos indicadores. Pero se nos están quedando muchos niños y niñas sin estudiar. En el fondo estamos diciendo que no les estamos haciendo efectivo el derecho fundamental a la educación a muchos niños en nuestro entorno. Es la peor de las exclusiones, porque si no hay educación, no habrá oportunidades para romper los ciclos de pobreza familiares.
El otro pilar en que caímos, el de las TIC, tecnologías de la información y comunicación, hay dos aspectos: infraestructura y capacidades. En Infraestructura es donde está la debilidad. Allí los indicadores se refieren a conexión de internet, ancho de banda, número de computadores y celulares. Estamos de 16 en el país. Mientras que en capacidades, medidas por los graduados y matriculados en estos temas y los programas de formación, estamos bien en el país: de segundos. Hay que pensar en estrategias para mejorar entonces la infraestructura.
Esta información anual que proporciona el Consejo Privado de Competitividad es muy útil, porque permite comparar las ciudades y ver en qué estamos perdiendo posición relativa. La educación preescolar y primaria debe convertirse en una obsesión de todos, que ningún niño o niña se quede por fuera del sistema.
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