Este año estamos conmemorando los 90 años del inicio de la diáspora procedente de Japón hacia Colombia. Fue el puerto de Buenaventura el punto de partida de la aventura en estas tierras lejanas y novedosas, las cuales adoptaron los primeros inmigrantes japoneses como su nuevo hogar. Este proceso surge en 1917, por iniciativa del Gobierno Japonés, cuando se crea la Compañía de Fomento de Ultramar, la cual buscaba promover la prosperidad a través de su política de emigración. Solo tres países en Latinoamérica fueron escogidos por Japón para el establecimiento de colonias agrícolas permanentes: Brasil, Colombia y Paraguay.
Así las cosas, y posterior a varios trámites burocráticos, el 16 de noviembre de 1929 llegó al puerto de Buenaventura el barco ‘Rakuyo Maru’ con 5 familias: Emura, Kuratomi, Nakamura, Nikaido y Yoshioka. Y hasta 1935 llegaron 20 familias japonesas a la denominada ‘Colonia El Jagual’ ubicada en Corinto, Cauca. Entre los requisitos del programa figuraba uno que exigía que el cabeza de familia fuera agricultor. Allí sembraron fríjol, y laboraron durante los siguientes años.
Finalizada la guerra, y luego de pasar por una detención conjuntamente con alemanes e italianos, las familias japonesas comenzaron a trasladarse a las poblaciones urbanas o a las cercanías de Santander de Quilichao, Cartago, Palmira, Florida y Miranda, en donde encontraron tierras fértiles para sembrar grandes extensiones de fríjol, maíz, sorgo y soya. La caña vendría después.
Los japoneses se caracterizan por su respeto, disciplina y paciencia, y esto los ha llevado a que la Gobernación, en varias ocasiones, los haya reconocido por su contribución al desarrollo de la región, como inmigrantes destacados. Esto debido a la prosperidad económica que les permitió una rápida movilidad social. Su honestidad en el cumplimiento de los negocios les abrió las puertas del éxito. Hoy cuentan con sus propias asociaciones, propiciando un diálogo intercultural a través del conocimiento de sus costumbres.
Los beneficios positivos de la migración japonesa los hemos experimentado. Y debe hacernos pensar en cómo encauzar la migración venezolana. La migración tiene un componente complementario, que si bien en el caso de los venezolanos no es tan diferenciado, para la estructura económica es superpositiva cuando se logra su integración. Y este es el gran reto que tenemos.
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