El arte no cesa de decir lo que siente y vive la humanidad en cada momento de su historia. Graffitis en todo el orbe han revelado las emociones, las experiencias y los aprendizajes para sobrevivir a este siglo y los retos de convivencia, sostenibilidad y adaptabilidad, uno de los más desafiantes quizás, la superación de la pandemia.
El conocido mural del rostro de John Lenon en una calle de Praga, fue cubierto con tapabocas, para actualizar la eficacia expresiva del mensaje de este ícono para el presente. Eduardo Kobra, el artista callejero de Sao Paulo pintó en una pared la obra Coexistencia, donde muestra niños representativos de los cinco continentes cubiertos con barbijos que llevan símbolos de diferentes religiones sobre la tela. En este mismo sentido, Eme Freethinker, artista urbano pintó en una calle de Berlín, una especie de beso entre el presidente norteamericano Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, mediado por tapabocas. El mural emula el muy conocido beso fraterno-socialista, entre Brezhnev y Honecker, de Dmitri Vrúbel. Estas tres imágenes no solo declaran un mensaje social y político, sino que advierten de manera inolvidable sobre la importancia del autocuidado.
Más cerca, en nuestro contexto, una expresión artística, nos puso a pensar sobre la importancia de la lucha de las mujeres en tiempos de feminicidios, muchos de los cuales se han hecho más agudos en el confinamiento. El reciente trabajo musical La diosa en mí, un álbum de 26 voces femeninas, mujeres afrodescendientes, indígenas y campesinas, víctimas del conflicto y excombatientes del norte del Cauca, se lanzó el pasado 25 de noviembre, Día Internacional de La Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Esta obra compuesta por 13 canciones de creación colectiva narra experiencias de violencia, resistencia y construcción de paz con mirada de mujer. La Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política coordinó este trabajo artístico tan significativo.
El Mambo en Bogotá presentó en septiembre la exposición Voz a Voz de 50 artistas colombianos reflexionando sobre la vida en pandemia. A través de sus obras trataron de revelar la forma en que todos afrontamos el día a día; la soledad, la angustia y la incertidumbre a través de sendos testimonios visuales e históricos. Dado que el museo estuvo cerrado, las imágenes se publicaron en los periódicos. La primera obra que se conoció fue la de Sobrevivir para convivir, convivir para sobrevivir de Beatriz González, un mensaje que ratifica la importancia no solo de hacer frente al virus de manera resiliente, sino de colaborar y tender puentes entre todos para atravesar este trance.
En Cali, el Museo de Arte Moderno de la Tertulia, fue muestra de valor y trabajo duro, acompañando en los días de confinamiento a la ciudadanía a través de redes sociales y plataformas de teleconferencia, sin detener su actividad en ningún momento. Igual que muchas salas de arte, la Tertulia vio sus días contados por la crisis económica que ha golpeado inmisericordemente a los artistas; por eso impulsó campañas como Hoy la Tertulia resiste que llamó a todos a la solidaridad para evitar la debacle de este centro de la cultura nacional. En medio de ello siguió impulsando el arte en la ciudad, una de las más recientes muestras fue el concierto de la Sinfónica de la Ciudad en el jardín del museo y la reapertura de su cinemateca para presentar el Festival Internacional de Cine de Cali.
El arte no dejará de decir, porque igual que se manifiesta para la música en la hermosa canción interpretada por Mercedes Sosa, se puede decir de todas las artes. Hoy somos conscientes de su valor en los momentos más difíciles, “qué ha de ser de la vida si el que canta no levanta su voz en las tribunas, por el que sufre, por el que no hay ninguna razón que lo condene a andar sin manta”. Que no se silencie el arte, que continúe su voz iluminando el mundo, cuando más lo necesitamos. Este es un llamado para hacernos responsables de su suerte, como ellos han sido responsables de nosotros incluso en estos días que amenazan su sobrevivencia.
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