La situación crítica que vive el mundo por presencia del Coronavirus, Covid-19, impacta en todos. Las más profundas entrañas de los seres humanos se mueven al ritmo del temor, miedo y hasta terror. En efecto, el básico instinto de conservación se manifiesta de distintas formas, algunas hasta muy infantiles y sobredimensionadas.
Los “racionales” corredores de bolsa no han podido dormir. Las bolsas internacionales muestran esas reacciones de pánico con las caídas hiperbólicas: “Wall Street registra la peor semana desde la crisis de 2008”. Para ver qué significa esto Portafolio señalaba el viernes pasado: “(…) suma un desplome de US$900.000 millones. Ni qué decir tiene que esto es bastante más que el doble del PIB de Colombia, que en la actualidad es de unos US$343.000 millones”. Hay significativas sobrerreacciones.
Los viajes internacionales, los intercambios, el turismo, se están viendo afectados directamente. El pánico, inmoviliza. Hay un sentimiento de inseguridad al relativizar el territorio propio. Preferimos estar en nuestras propias cavernas cuando esperamos lo peor.
Por otro lado, hay que resaltar la actividad de la comunidad científica, la cual redobla esfuerzos para hacer frente a un reto más que amenaza la salud mundial. Colombia genera aportes al estado del arte científico, a través de diversos institutos y organizaciones que se dedican a investigar y desarrollar soluciones, como es el presente caso, en temas inmunológicos. Esto nos lleva a concluir que el Ministerio de Ciencia y Tecnología, debe procurar los apoyos que nuestra actividad científica requiere, buscando el fortalecimiento de las capacidades de los institutos de investigación y las universidades, para que no tengan que hacer malabares para la movilización de recursos.
Las personas más débiles y frágiles, en particular los mayores de edad y que tengan algunas enfermedades crónicas, son a quienes más debemos cuidar, pues es allí donde la vida se hace más vulnerable. En estos momentos críticos que vive la humanidad, es la gran oportunidad para dejar salir de cada uno, no solamente lo que emerge tan automáticamente como es el sentido de supervivencia, sino que dejemos salir de lo profundo del corazón nuestra solidaridad, el amor y el cuidado por los demás. En los siglos XVI y XVII muchos de los santos fueron precisamente personas que, ante situaciones similares, decidieron no enroscarse en sí mismos, sino que decidieron ponerse al servicio de los demás de forma completa y radical.
Desde lo humano, los tiempos del miedo y del terror, los podremos transformar en tiempos de entrega, solidaridad y servicio. Y en este sentido, no hagamos eco a los profetas del desastre, ya que con la capacidad de resiliencia que tenemos los humanos, lograremos conjurar esa situación adversa, tal como se ha hecho en el pasado. A este sentimiento le llamamos ‘esperanza’.
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¡Y lo sorprendente de todo es que la más importante recomendación para enfrentar el Covid-19 es que frecuentemente nos lavemos las manos con jabón durante 20 segundos frotando cuidadosamente!
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